Tejiendo historias en Solita: cuentos cortos

Doña Luz Mery fue una de las participantes más emocionadas en el proceso, a sus 67 años, jamás se había atrevido a escribir un cuento, o como lo dijo ella “nunca nadie me había dado la oportunidad de poderme expresar”. Y se expresó creando un personaje jocoso y triste, que era el reflejo de su hijo, un joven con síndrome de Down que siempre la ha acompañado a todos lados y de quien quiso escribir.

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Omaira Sastoque Montalvo*

Cuando me informaron que sería parte del equipo de trabajo en el primer espacio de formación en escritura creativa en el municipio de Solita, que además tendría como resultado final una antología con los textos trabajados, evoqué las veces en las que inicié el aprendizaje del arte de escribir literatura en el Caquetá: había llegado la hora de trasponer todo lo aprendido en los diferentes espacios que venturosamente había conocido.

Mi oficio de formarme como escritora pasaba de ser un trabajo solitario a convertirse en un acto pedagógico en el que sería la mediadora entre la escritura creativa y las historias silenciosas que habitaban en los corazones y la memoria del pueblo.

En un tiempo corto pero no privado de constancia y entrega se generaron los espacios de promoción, creación, escritura, revisión, reescritura y edición de los productos literarios de la población participante en los talleres, auspiciados por la administración municipal de Solita desde el plan integral de convivencia y seguridad ciudadana.

Llegar a Solita fue toda una travesía. Inició desde la capital del departamento Florencia, en un campero agolpado de gente y costales, cruzó Morelia, el río Pescado, Valparaíso, los caseríos el 36, el 30, el 28 y otros cuantos que mi temprana pero mala memoria olvidó. Cada población me regaló sus aromas a plátano, a río, a estiércol de vaca, a hierba húmeda y seca, a sudor campesino, a maduro con queso, a vida. Me regalaron todo lo que es la esencia del ser manigua, a cambio, yo llevaba para ellos cuentos y mi cofre de cartón rebosante de memorias.

Los talleres formativos tenían tres énfasis, la promoción del primer concurso municipal de cuento, la formación en escritura creativa y la generación de espacios para la paz ¿Pero acaso escribir no es sí un acto generador de paz? o por lo menos esa fue mi hipótesis previa, pues según González (2006) “una composición escrita revela la posición del sujeto frente al mundo, desde una actitud ética y estética” (p.326) y no había que imaginar mucho para saber que me encontraría con textos que evocaban de manera anecdótica las historias personales, secretas o locales del pueblo.

Se abrieron diferentes escenarios para la interacción visitando la Institución Educativa Internado Escolar Rural de Solita y algunos grupos de mujeres y adultos mayores que estuvieron interesados en la participación. El primer objetivo del taller creativo fue generar una exploración de la imaginación propia, para dar inició a la creación de las historias. Todo a través de la lectura de cuentos de autores colombianos como Luis Fernando Macías y escritores de literatura infantil como David Mckee y Mem Fox, quienes suelen representar literariamente los conflictos en la sociedad y las situaciones del diario vivir; cada encuentro por población varió según los intereses y las habilidades creativas, lo que llevó a formar talleres por categorías comprendidas así:

Categoría 1: Niños, niñas entre los 8 años y 12 años de edad.

Categoría 2: Adolescentes y jóvenes entre 13 años y 18 años de edad.

Categoría 3: Población general.

Categoría 4: Adultos mayores 60 años.

Doña Luz Mery fue una de las participantes más emocionadas en el proceso, a sus 67 años, jamás se había atrevido a escribir un cuento, o como lo dijo ella “nunca nadie me había dado la oportunidad de poderme expresar”. Y se expresó creando un personaje jocoso y triste, que era el reflejo de su hijo, un joven con síndrome de Down que siempre la ha acompañado a todos lados y de quien quiso escribir. En uno de los apartes de su cuento escribió << Cierto día, mientras recorría las doce calles de Solita encontró un muerto y al olerlo lo reconoció, era don Toño su mejor y único amigo>>. Su versión inicial del cuento llevaba las ideas elementales, personajes y acciones, pero faltaba algo, aquel quiebre que hace explotar al lector, así que en un ejercicio de profundidad de la historia, despertó sus sensaciones para que POR UN CAPACHO DE SAL, título que lleva su texto, nos permitiera sentir la sal y los capachos de la vida.

Portada del libro “Cuentos cortos para vivir la convivencia”

Mientras que para doña Luz Ángela, una mujer de 47 años, su ejercicio se centró en la memoria. Durante el primer encuentro argumentó una y otra vez que “no tenía nada que contar”, pero para sorpresa mía y de todos, Luz Ángela tuvo mucho que contar, recordar y crear. El día que llevó su cuento fue la primera en asistir al taller; traía en su pequeño bolso una hoja de cuaderno minuciosamente doblada, en la que había escrito a mano un incidente infantil lleno de suspenso y fantasmagoría, que bajo un trabajo de recuerdos y de narración oral, tuvo su enganche para construir lo que fue su primer gran cuento.

El reto que emprendieron los niños y jóvenes de escribir literatura fue acompañada con lecturas y juego de imágenes, que les permitió dar inició a historias inimaginables hasta para ellos mismo, como sucedió con el cuento UN MUNDO SOPRENDENTE escrito por un joven de 15 años que, sin creer en sus imaginarios, jugó a lo abstracto de los sueños y llevó a los lectores a un despertar entre el límite de la realidad y la ficción.

Foto: Omaira Sastoque

Podría hablar de cada uno de los 21 autores que aparecen en el primer libro CUENTOS CORTOS para Vivir La Convivencia de Solita, pero creo que la mejor forma de apreciar al pueblo es leyendo sus textos, que aún tienen elementos por mejorar, por reescribir, por transformar. Pues era la primera vez que asistían a un taller de escritura, pero cada uno de los escritores dedicó todo su tiempo, esfuerzo y querer para escribir, pero es que en la literatura nada está terminado, y este es el primer paso para seguir creyendo en las letras y la voz del pueblo.

La hipótesis fue real, escribir evidenció la posición del individuo en su contexto, en Solita sus habitantes se moldearon en el papel.  Los publicados en aquella maravillosa obra son la representación de la creación literaria de una comunidad, que le apostó a la trasformación social desde la convivencia y el bienestar común, aprendiendo desde los lenguajes literarios a escuchar y leer al otro.

 

*Licenciada en Lengua Castellana y Literatura de la Universidad de la Amazonia. Tallerista en escritura creativa del Caquetá. Miembro activo del taller de Maniguaje en Florencia y del comité editorial de la revista literaria Cuatroletras.

Referencias
González, R. A. (2006). Desarrollo de la escritura en un contexto multicultural. Una investigación etnográfica. Revista de Investigación Educativa24, 305-328.

 

Foto de portada: Omaira Sastoque

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