Fotografía: Niños del Caguán estudiando. AlaOrilladelRío
Fernando Cardona*
El actual dialogo que adelantan el gobierno y la guerrilla de las FARC y que posiblemente traerá consigo un acuerdo de paz, necesariamente debe convocarnos a un proceso reflexivo y crítico sobre los alcances reales del mismo. Se hace necesario trascender de la creencia que con el acuerdo se solucionaran problemas sociales de fondo como el acceso a la tierra, la dignificación del trabajo y la calidad de la educación. Ésta última con toda razón, puesta en cuestionamiento por las y los docentes en las últimas semanas.
Es claro que en el proceso que se adelanta somos, como ciudadanos, pieza fundamental para no sólo promover acciones que convoquen a la reconciliación sino que promuevan una visión crítica de lo que realmente se requiere para la configuración de una nueva sociedad. No basta con el acallamiento de los fusiles si la sociedad continúa recibiendo sueldos de miseria, los gobernantes de turno siguen entregando los recursos a los intereses trasnacionales y los grandes medios de comunicación adormecen a las masas con acciones, que más que brindar elementos para entender su realidad, se convierte en condicionadores de una forma de vida falsa y consumista.
En este estado de cosas se hace necesario que todas y todos desde los distintos ámbitos en los que nos encontremos, enseñemos y promovamos una visión crítica de lo que debe ser la paz. Para ello es necesario partir de la premisa de que el aprendizaje al ser un proceso de construcción social tiene cabida en todos los lugares en donde interactuemos, así, la calle, la fábrica, la iglesia, el lugar de trabajo, el campo, la casa y por supuesto la escuela son espacios desde donde debemos promover una pedagogía crítica, entendida esta como un proceso de constante reflexión y cuestionamiento a propuestas que se nos presentan como estáticas e inamovibles.
Es necesario comentar que la pedagogía crítica es una propuesta de enseñanza que se desprende de la teoría crítica, esta última impulsada por la escuela de pensamiento filosófico alemán, conocida como escuela de Frankfurt, algunos de sus exponentes son Horkheimer, Adorno, Marcuse, Althuser y Habermas. Su objeto de estudio es la crítica a la sociedad configurada por comportamientos deshumanizantes y prácticas consumistas propias del modelo capitalista, en donde se instauran y validan todo tipo de desigualdades, autoritarismo y alienación, contexto en donde el sujeto está destinado a ser un instrumento de producción.
En cuanto a la pedagogía crítica es posible decir que la misma es una propuesta centrada en la enseñanza-aprendizaje, entendido este ejercicio como una práctica social que se dan en todo proceso de interacción humana. Pensemos por ejemplo en las acciones que adelanta un grupo de vecinos por lograr la pavimentación de una vía pública. Allí el propósito claro es: el arreglo de la vía, sin embargo para lograr el objetivo, la población debe aprender de ciertos aspectos de participación social (a que estamento dirigirse, que procesos escritos adelantar, que normatividad les cobija, etc.), situación que lleva implícito un proceso de aprendizaje y enseñanza producto de una práctica. La pedagogía crítica parte de valorar el conocimiento que se logra en la interacción social la cual no siempre debe estar determinada por la institución, además de ello busca que las personas se comprendan como agentes posibles de cambio y con una mirada crítica y reflexiva sobre su vida en la sociedad, que descubran las capacidades que poseen para proponer y buscar cambiar situaciones de las que ellos hacen parte importante y que requieren de transformación. Dentro de sus máximos exponentes para América Latina esta Paulo Freire a través de su propuesta formativa de educación popular.
Es así que es necesario promover una cultura de dialogo, reflexiva y crítica, que movilice en los sujetos acciones reales y de trascendencia para la sociedad en su conjunto.
Por tanto la pedagogía crítica lleva implícita la invitación a mujeres y hombres a que desde sus prácticas cotidianas identifiquen en su quehacer elementos esenciales que les permitan ser protagonistas en la promoción de un cambio. No es necesario esperar a que otros y otras nos direccionen en qué y por qué hacerlo. Cada madre o padre de familia, el tendero de la esquina, la persona que trabaja en la fábrica o el servicio de aseo, el panadero, el conductor de bus, el que cultiva la parcela, el que distribuye los alimentos, todos absolutamente todos tenemos la capacidad y la obligación de ser agentes críticos y propositivos para lograr una sociedad en paz.
Muchos preguntaran y comentaran ¿Cómo? Si yo solo sé hacer y obedecer, no he ido ni iré a un espacio de formación, no sé cómo hacerlo, ¿quién me guiara? Precisamente en ese mar de dudas es posible encontrar la respuesta. Para iniciar un cambio basta con preguntarse, porque cuando se tienen más preguntas que respuestas el sujeto tiene la inmensa necesidad de salir de su desconocimiento, y es en ese momento en que puede ir explorando nuevos mundos, nuevas formas de ver y percibir el mundo.
Por ello es ineludible que todos aquellos a los que nos enseñaran que no era necesario entender, más si obedecer, hoy nos cuestionemos y pongamos en duda ese aprendizaje. Es necesario que revisemos cómo y qué nos llevo a aprehender un oficio o una práctica como cultivar la tierra, hacer el pan o criar un hijo, pues allí está la respuesta de cómo desde esos procesos podemos encontrar la forma de lograr transformar una sociedad inmersa en una historia permeada por la violencia y la zozobra.
Es por tanto necesario y obligatorio desarrollar una actitud política, y cuando me refiero a política hago referencia a un accionar consiente y deliberado sobre lo que requiere y necesita nuestra nación para lograr un verdadero estado de paz. Si no lo hacemos posiblemente estamos condenando a que las actuales y futuras generaciones repitan nuestra historia de guerra.
*Politólogo de la Universidad de los Andes, estudiante de Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Actualmente se desempeña como docente universitario y coordinador de la Corporación de Trabajo Comunitario Inti Tekoa, organización social que lidera proyectos educativos en la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá. Es miembro del grupo de investigación de la universidad Minuto de Dios denominado Uniminuto Bogotá Sur.