Fotografia: Niño en escuela del Caguán. AlaOrilladelRío
Sergio Benitez*
El pasado 25 de marzo se llevó a cabo en los colegios de Colombia una iniciativa del Ministerio de Educación Nacional conocida como el día E, día de la Excelencia Educativa. El propósito de este día fue socializar los resultados para cada institución de un nuevo indicador de calidad de la educación, llamado Índice Sintético de Calidad de la Educación. En este texto quiero señalar algunas de las dificultades de este índice para aceptarlo como señal de la calidad de la educación que se construye en los establecimientos públicos y privados de educación básica y media.
Hay muchos elementos sobre los que hay que reflexionar a la hora de analizar este tema. Empiezo por los motivos que llevaron a la aparición de esta iniciativa. Poco a poco en la opinión pública ha venido apareciendo y calando el discurso según el cual la calidad de la educación de Colombia no es buena. Para dar rienda suelta al imaginario colectivo que se ha creado se empezaron a buscar muestras de que esto es así por doquier, desde hace un tiempo, usando el examen SABER para hacer odiosas comparaciones de lo incomparable. En este sentido los colegios buscaron entonces mejorar sus resultados en dichas pruebas haciendo inversiones, que a la postre lograban alterar los resultados, como pagar un curso pre-saber para los estudiantes de los últimos grados o bien excluyendo a los estudiantes con bajos resultados académicos de la inscripción grupal a la prueba nacional. Este examen se realizaba normalmente en el último año de bachillerato, pero recientemente fueron apareciendo otros para medir y comparar los colegios en los grados 3°, 5° y 9°, en un proceso iniciado en el año 1991 y que llegó a su forma actual en el 2012.
Pese a que la ley general de educación daba autonomía a los colegios con el diseño de sus Proyectos Educativos Institucionales, en los que la comunidad educativa podía participar y definir los planes internos de cada colegio, poco a poco la tensión frente a las pruebas estandarizadas y la responsabilidad con obtener buenos resultados fue echando a un lado esa idea de la autonomía y concentró los esfuerzos de cada institución en lograr mejores resultados año a año en las pruebas. Las discusiones sobre evaluación siempre han sido complejas y se prestan fácilmente para todo tipo de argumentos.
Según el Ministerio de Educación Nacional desde el año 1995 Colombia empezó a participar en pruebas internacionales, y recientemente las pruebas PISA pusieron el dedo en la llaga abierta por el imaginario colectivo de que la educación en Colombia es de mala calidad, cuando los resultados ubicaron a Colombia en los últimos lugares, haciendo la deducción errada según la cual ubicarse en las últimas posiciones significa que su educación es de baja calidad. Asumiendo esto, nuevamente los colegios vieron afectada su autonomía y recibieron la instrucción seria de prepararse para la pruebas PISA, lo que conllevó alterar sus planes académicos anuales para responder mejor en dicha evaluación.
La ministra de educación en su estrategia mediática de promoción del día E, que parecía más parte de una campaña política que de un programa ministerial, hizo referencia a una experiencia similar del Estado brasileño de Minas Gerais. Allí en el año 2006 se detectó mediante unas pruebas una serie de debilidades de sus estudiantes en matemáticas y en lecto-escritura. Según lo argumentado por la ministra, con la construcción de un indicador semejante al implementado en Colombia se logró mejorar la educación. Los expertos venidos de Brasil a socializar su experiencia, por allá en el 2011, hacían énfasis en la importancia de la cobertura en la educación inicial y en la gerencia de las instituciones educativas. Lo que no contaron, ni contó la ministra es que la estrategia adoptada por el Estado brasileño no sólo consistía en el seguimiento a los colegios y el estímulo a los mejores, sino que las acciones tomadas incluían un mejoramiento de la formación docente, en particular de la escuelas normales, las universidades pedagógicas y las facultades de educación, proceso que había iniciado al menos veinte años antes, con el retorno de la democracia a Brasil. Dicho programa de formación docente significó mayor inversión en las escuelas normales y en las Universidades Pedagógicas (allí hay al menos 5 posibilidades distintas de estudios en pedagogía, unos enfocados en párvulos, otros en educación fundamental).
Además de esto, también se hizo en Minas Gerais un proceso de producción de material de apoyo pedagógico. Dicho proceso logró que Minas Gerais sea hoy por hoy el Estado que ocupa el primer lugar en el IDEB (Índice del Gobierno Federal que mide la calidad de la educación básica en Brasil) tanto en primaria como en secundaria. De modo que el milagro educativo de Minas Gerais no solo fue producto del seguimiento a las escuelas sino de una estrategia que atendía varios frentes. Vale la pena acotar aquí que Brasil no tiene un sistema único de educación, sino que cada Estado en uso de su autonomía diseña el propio, de acuerdo a las necesidades de su población. A diferencia de esto Colombia no tiene clara la estrategia para atender los distintos aspectos que inciden sobre la calidad de la educación, como la formación docente, la reconstrucción de tejido social o la diversidad de cada región.
Diversas autoridades en materia educativa han planteado sus posiciones frente al asunto, y en general resuena la idea de que la mejor estrategia es la construcción de un modelo educativo propio y no la importación de uno que funciona en sociedades diferentes a la nuestra. No basta coincidir o tener indicadores económicos semejantes para adoptar un modelo educativo. No se puede eludir la investigación pedagógica que sí se hace en Colombia aunque no sea considerada de modo suficiente por el ministerio de educación, como la que se hace desde el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico en Bogotá (IDEP), o desde el Centro de Investigaciones de la Universidad Pedagógica (CIUP), o desde el Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional (IEDU), entre otros centros de investigación.
El Ministerio de Educación Nacional diseñó el Índice Sintético de Calidad de la Educación (ISCE), un índice que cuenta con 4 componentes con una alta dependencia de las pruebas pues 2 de ellos están directamente relacionados con los resultados de cada institución. Los cuatro componentes son “Progreso”, “Desempeño”, “Eficiencia” y “Ambiente Escolar”. Aunque el índice mejora la forma en la que se comparan los colegios, no por ello deja de ser cuestionable. El primero de ellos, el “Progreso” responde al hecho de que la evaluación de la calidad no se puede reducir al puesto ocupado por la institución, sino que se debe contemplar también qué tanto avanza con relación al año anterior. Este componente tiene a mi parecer un problema de carácter sociológico no contemplado, pues mide el progreso en poblaciones distintas, es decir, se supone una homogeneidad en las diferentes cohortes que no resiste el más mínimo análisis, pues elude todo tipo de consideraciones respecto a que la población atendida cada año es diferente. Así el grado de tercero de este año, será diferente al del año pasado y al del próximo. En mi opinión este indicador debería medir el progreso año a año pero de cada promoción y no de cada grado.
El segundo componente, el de desempeño, también tiene un problema a mi parecer, y es que supone que la calidad de la educación no tiene mucho que ver con las artes, el deporte, la biología, la historia, la tecnología, la convivencia, la creatividad, la crítica, o la sociedad, pues se concentra en los resultados de una parte muy pequeña de la oferta de los colegios, a saber el Lenguaje y las Matemáticas (Huelga decir que aquí cabe todo un análisis de lo que se ha dejado de evaluar en las pruebas SABER y de lo que ello implica). Arriesgado sería decir que todas las materias contribuyen a estas dos, y que el grado de contribución de las primeras se puede observar en la relación entre los puntajes promedio de Lenguaje y Matemáticas en cada institución y los puntajes promedio a nivel territorial y nacional.
El componente de Eficiencia se relaciona con el principal problema de las instituciones educativas, el manejo de las tasas de repitencia y de deserción. Los planes educativos de las entidades territoriales por lo general atan los recursos a la disminución en los valores de dichas tasas, así para el 2015 en el Plan de Desarrollo de Bogotá se esperan unos valores cercanos al 0%, en la medida que no se desea el despilfarro de recursos y tanto la repitencia como la deserción se ven así. Para el Ministerio este componente está directamente vinculado al de Progreso en las pruebas SABER. Difícilmente se podría mejorar la Eficiencia subiendo las tasas de aprobación de forma mecánica, porque dicha práctica redundaría en una reducción del componente Progreso, al haber jóvenes sin las competencias necesarias para presentar una prueba en un nivel superior. Este a mi parecer es una ventaja del indicador y permite superar la práctica heredada del pasado de mostrar buenos resultados disminuyendo la exigencia.
El cuarto componente es el Ambiente Escolar, componente construido a partir de una información que puede ser cuestionada por haberse recogido mediante los cuestionarios de factores asociados de la Pruebas de 5° y 9°, más no por su objetivo, pues apunta a conocer la labor de retroalimentación y seguimiento a los estudiantes realizada por los docentes y a la existencia de ambientes propicios para el aprendizaje, elementos fundamentales para evaluar realmente la calidad de la educación en el país. La información para establecer este componente es recogida, entre mucha otra información, en los cuestionarios de factores asociados de las Pruebas SABER de 3°, 5° y 9° aplicada a los estudiantes.
Vistos estos componentes del ISCE vale la pena preguntarse si no caben otros que de seguro resuenan a la hora de considerar las razones por las cuales la educación en Colombia no es de calidad. Así el clima en el hogar, o el papel y compromiso de los padres con la educación, el seguimiento y el apoyo a las tareas de sus hijos, el nivel de formación de estos y su capacidad económica podrían considerarse como componentes del índice. Tal vez aspectos relacionados con los docentes como su nivel de formación, su satisfacción laboral, su grado de compromiso, su innovación e investigación también serían importantes. El uso del tiempo libre de los estudiantes, las posibilidades de acceder a bibliotecas o a recursos digitales, de participar en grupos culturales, deportivos, sociales y políticos también podrían ser considerados. Por último es importante señalar que el nivel de autonomía de cada institución y la relación entre los recursos de inversión que recibe y las necesidades del colegio podrían ayudar a determinar si la educación es de calidad o no.
La aparición del Índice, más allá de lo que parece, debe generar una profunda reflexión tanto en sus componentes originales como en lo que queremos que sea la educación en Colombia. Acá hay que preguntarnos también qué es lo que entendemos por educación, para qué la queremos y cómo la podemos construir de cara a los retos democráticos que se avecinan con la posible superación de uno de los conflictos más antiguos del continente. No basta decir que queremos estar en los primeros lugares de las pruebas internacionales, la educación colombiana debe responder a las necesidades que tiene este país.
*Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia y Magister en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la misma universidad. Docente de Filosofía en la Secretaría de Educación de Bogotá. sabenitezc@gmail.com