Oscar Neira*
En mayo de 2002, guerrilleros del Bloque Sur de las Farc asesinaron a siete soldados entre los que se encontraba un sobrino del comandante de ese bloque y vocero de las Farc en los diálogos del Caguán, Raúl Reyes.
Dos meses después de la ruptura del proceso de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana Arango y las Farc, en el año 2002, integrantes de la Columna Móvil Teófilo Forero Castro de esa guerrilla secuestraron y asesinaron a siete soldados regulares adscritos al Batallón de Infantería No. 36 Cazadores. Entre los militares asesinados se encontraba un sobrino de Luis Edgar Devia, alias Raúl Reyes, que para la época oficiaba como comandante del Bloque Sur de las Farc y vocero del grupo guerrillero en las recientemente fallidas negociaciones del Caguán.
El hecho, además de ser uno de los tantos en los que se ha demostrado la degradación del conflicto en Colombia, dejó ver una de las grandes contradicciones de la guerra: no vale parentesco ni consanguinidad.
Fredy Devia Meneses había nacido en el seno de una familia humilde de Florencia (Caquetá). Era hijo de un medio hermano de Luis Édgar Devia, conocido con el alias de Raúl Reyes, para entonces el segundo al mando de las Farc.
El joven, consciente de que llevaba el apellido de uno de los mandos de las Farc, fue reclutado por el Ejército, que para entonces estaba emprendiendo una de las ofensivas más grandes en la historia de la guerra en el país: la retoma del Caguán. Llegó al Batallón de Infantería Cazadores No. 36 en donde integró la compañía Demoledor.
Como miembro de esa compañía, fue enviado a reforzar un dispositivo de seguridad en el puente Siberia, antes bastión de las Farc. Luego de varios combates y hostigamientos, el día 30 de abril de 2002 en un programa radial que realizaba el Comandante del Batallón Cazadores con sus unidades, el oficial dio la orden al comandante de la compañía de traer hacia las instalaciones del batallón a un personal de soldados regulares, 24 en total y a dos orgánicos de la compañía. Ellos debían estar al otro día, el primero de mayo, en San Vicente del Caguán para entregar el armamento y salir de permiso en los apoyos aéreos programados para ese mismo día. En los vuelos también serían sacados algunos soldados profesionales de la Brigada Móvil 3.
Una vez llegaron los soldados al aeropuerto solos, sin ningún mando, les informaron que ya no llegaría más apoyo aéreo. Tan sólo se embarcaron seis soldados regulares del grupo de Siberia. Los demás se quedaron por fuera, sin que nadie les definiera nada. Lo anterior ocasionó que por decisión propia, la mayoría de los 24 soldados decidieran tomar transporte por vía terrestre hacia la ciudad de Florencia.
Carlos Artunduaga Fierro, Jhon Jairo Bautista Puentes, Dawyndy Polanía Bastidas, Milton Correa Torres, Leo Alfredo Chimbaco, Juan de la Cruz Cardona Cumaco y Fredy Devia Meneses, hicieron parte del grupo de veinte soldados que ante la ausencia de transporte aéreo, decidieron tomar un taxi para viajar hacia Florencia a ver a sus familias. Debían pasar por una vía en la que las Farc patrullaban de manera constante. Por esa misma vía habían sido asesinados los integrantes de la familia Turbay a finales del año 2000.
El 2 de mayo de 2002, hacia las 7 de la noche, ya se conocía que un grupo de soldados que había salido de licencia el día anterior y que no pudieron tomar el supuesto apoyo aéreo que se les ofreció para desplazarse, había sido secuestrado por las Farc.
Hacia las 9 de la noche, se confirmó que 9 soldados estaban desaparecidos, pero no se había logrado establecer sus identidades.
El reporte oficial relata que el secuestro ocurrió llegando al municipio de Puerto Rico, bastión de la Columna Móvil Teófilo Forero Castro de las Farc. De igual manera, que apenas se enteraron de la información, los oficiales al mando establecieron comunicación con las familias de los 24 soldados que salieron de permiso. Siete familias y no nueve, manifestaron desconocer el paradero de sus hijos.
El día 12 de mayo los cuerpos de los siete soldados desaparecidos fueron encontrados en la Inspección de La Aguililla, jurisdicción del municipio de Puerto Rico, en un grave estado de descomposición. Los soldados habían sido torturados y asesinados con tiro de gracia. Entre ellos, un sobrino de Raúl Reyes, Fredy Devia Meneses, a quien la guerrilla de la que su tío era uno de los hombres fuertes no le perdonó la vida.
Por el hecho, el Estado tuvo que indemnizar a los hermanos del extinto jefe guerrillero, porque se pudo demostrar una falla administrativa en la muerte de los siete soldados.
En la historia de la guerra los hechos escapan del control absoluto de los propiciadores, también de la maquinaria que rodea a la estructura de los aparatos militares, a cuyos ojos es imposible el detalle. Por eso en Colombia las muertes han desbordado el lenguaje, los registros y endurecido la sensibilidad.
*Oscar Javier Neira Quigua nació en Florencia, estudió en el Colegio Nacional La Salle y se graduó de Comunicador Social y Periodista en la Universidad Surcolombiana de Neiva. Ha sido asistente de investigación en el Grupo Colciencias Culturas, Conflicto y Subjetividades en la Región Surcolombiana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Usco. Ha trabajado como Director de la Emisora de la Universidad de la Amazonia, como periodista y editor de diarios como La Nación, El Líder, Extra y recientemente fue el periodista de la emisora Cristalina Estéreo. Se desencantó del ejercicio en los medios regionales y se fue a enseñar español a Zabaleta, Inspección de San José del Fragua. Estudia una especialización en pedagogía y espera escribir un libro de crónicas sobre la guerra en el Caquetá.