Foto de portada: Niña del Caguán. AlaOrilladelRío.
El día del idioma…Cervantes…Don Quijote…la evolución de la lengua y sus distintas formas y giros en las diferentes regiones del país…las celebraciones…las comparaciones con Shakespeare, otro universal…la justicia en la novela cervantina…la libertad… el desaire por las autoridades religiosas, los arrieros, los campesinos, el cura, el barbero, el bandido, la criada…la sátira política, la proyección revolucionaria del dueño de Rocinante…la guerrilla…el conflicto armado interno, el posconflicto…Algo puede enseñarnos a quien tenían por loco por creer en la justicia y su posibilidad de realización, para la fase histórica que se ha dado en llamar en nuestro país, el postconflicto.
Sé que pueden acusarme de temerario y algo más, por intentar una interpretación de la que muchos consideran la primera novela moderna, con el fin de mostrar cuán beneficiosa puede resultar su lectura para entender algunos aspectos de un tema de palpitante actualidad como el que tiene que ver con un después del conflicto. Quiero correr ese riesgo. Empecemos y no demos más largas al asunto:
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, fue concebido en una cárcel; es decir, en un sitio destinado a encerrar los presos que han de cumplir una pena. El llamado postconflicto en nuestro país, igualmente, ha sido ideado en un lugar llamado Colombia, donde la población parece condenada a cadena perpetua.
El enjuto, creativo y poético manchego nació en 1605, y aún vive entre nosotros; pero el posconflicto, apenas ha sido concebido y no ha visto la luz, porque todavía su tiempo no llega. No es nada despistado sostener que dicho parto es más demorado que el de mula.
Encarnado en sus entrañas, posiblemente ese nacimiento traiga consigo los ideales de libertad y de justicia, de independencia y autonomía, por los cuales el pueblo colombiano sigue luchando hoy lo mismo que ayer, pues la justicia es condición sine qua non para alcanzar la paz, que en últimas es lo que se busca, a fin de conciliar nuestra existencia.
El Quijote sigue soñando con modificar la realidad y se ha trazado metas que generan una constante tensión en un mundo donde al pueblo se le tiene sumido en la ignorancia y la miseria.
Esto lleva al Ingenioso Caballero, a romper con todo y a despreciar la autoridad política, al paso que decide irse “por…despoblados…con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me depare en ayuda de los flacos y menesterosos”, como nuestros idealistas e insurgentes luchadores.
Y está el conflicto, padre de aquél período de tiempo, apenas engendrado, que una vez aparezca en el horizonte deberá avanzar de acuerdo con nobles ideales, en un país insatisfecho, utilitarista e inhumano, en donde no solo la infancia muere de hambre y sed física, sino espiritual.
Sin mezquindad alguna, Don Quijote nos enseña valores éticos, políticos y filosóficos como principios propios del humanismo. El postconflicto, empecinado, utópico, deberá hacer lo propio en la construcción y fortalecimiento de las condiciones contextuales que permitirán la eclosión a la anhelada paz, para lo cual en el desenvolvimiento del proceso se debe ser “honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos,…y finalmente mantenedor en la verdad, aunque… cueste la vida defenderla”, como dice nuestro incansable lector de libros de caballerías.
Y es que la comunicación fluida y transparente entre los negociadores de la paz y entre éstos, el pueblo colombiano y la comunidad internacional, al paso que ayuda a evitar su estancamiento, un retroceso y una fácil, trágica e imperdonable recaída en el conflicto, coadyuvará a afianzar nuestra conciencia y derechos y nuestra dignidad como nación.
De esta manera se estará escribiendo la historia viva, sentida y con confianza, sobre la realidad misma del pueblo, facilitando, además, los procesos de desarme, desmovilización y reincorporación de excombatientes, el reencuentro y la reconciliación, requiriéndose también de saber tender los lazos entre la imaginación y nuestra realidad.
La fidelidad, entonces, en las discusiones y en el intercambio de la información, facilitará los acuerdos, jugando un importante papel en el fortalecimiento de la paz y en la construcción de la memoria y la verdad; en fin de cuentas, contribuirá a crear esa conciencia necesaria para lograr los cambios requeridos con equidad, con justicia, a través de la reconstrucción y el desarrollo económico, que permitan la estabilización política y la participación de la sociedad en su conjunto y su emancipación.
El Hidalgo soñador, sigue abriendo caminos hoy en día. Según Mario Vargas Llosa en prólogo a la edición de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, conmemorativa de los 400 años de la primera edición que hizo Cervantes de su novela, “La modernidad del Quijote está en su espíritu rebelde, justiciero, que lleva al personaje como su responsabilidad personal cambiar el mundo para mejor, aun cuando tratando de ponerla en práctica, se equivoque, se estrelle contra obstáculos insalvables y sea golpeado, vejado y convertido en objeto de irrisión”.
Don Quijote nació hace más de cuatrocientos años y está vigente. El postconflicto aún se encuentra en ciernes y debe preparársele muy bien su nacimiento, el cual vemos bastante embolatado, atado a unos inciertos derroteros que no logran tranquilizarnos ni disipar los miedos. A éste, igual que al Ingenioso Hidalgo, le acompañará un trágico sino que debe superar, pues como aquél, una vez tenga vida, deberá escalar a más altos destinos, como promesa de un porvenir que recuerde “aquella santa edad en que todas las cosas eran comunes”.
En el postconflicto deberemos reinventar nuestro destino, con intenso y apasionado fuego, reconstruir la sociedad sobre pilares de equidad, de solidaridad, de libertad y de justicia; de respeto por nuestra Pacha Mama que grita angustiosa por lo que está pasando, para lo cual, en un esfuerzo quijotesco, el postconflicto, como la obra del Manco de Lepanto, tiene que ser una obra rica en imaginación, generosa, inteligente y auténtica, que nos permita darnos la oportunidad de convertirnos en nosotros mismos y alcanzar la paz.
*Abogado de la universidad de Caldas. Juez en Cartagena del Chairá, San Vicente del Caguán y Morelia en el Caquetá y en Leticia, Amazonas. Tiene varios escritos en torno al derecho y la paz. Conjuez de la sala Disciplinaria del Consejo Seccional e la Judicatura de Florencia. Actualmente Notario Único del Círculo de Cartagena del Chaira.