El artículo 22 de la constitución política de Colombia, establece que “la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Si este enunciado se analiza con la premura que en ocasiones genera el desgano por la cosa política, podría decirse que se trata de un precepto garante, fiel resultado de las lumbreras que trabajaron en la creación de la constitución del 91. Sin embargo, un análisis menos doméstico nos podría arrojar una conclusión que devela la realidad de nuestro país desde el mismo seno. Debe tratarse de un lugar donde la violencia sea algo “normal”, para que sus legisladores deban plasmar en la carta máxima, algo que debería desarrollarse por simple sentido común, algo que debería desprenderse de la racionalidad que caracteriza a la especie humana.
Nuestro historia nos muestra, cual electrocardiograma, que no hemos tenido un periodo definitivo de paz, pues la violencia ha oscilado entre altas y bajas comenzando con los enfrentamientos entre federalistas y centralistas, hasta la que genera el conflicto social y armado actual.
Desde la amnistía a las guerrillas liberales en el 57 hasta el 26 de agosto del 2012 cuando se firmó el documento que marcó el comienzo del actual proceso de paz[i]. Han sido varios los intentos que se han realizado para poner fin al conflicto de forma política, pero diversos motivos transformaron esos intentos esperanzadores en la decepción de muchas personas.
Sin embargo, y a pesar de las críticas viperinas que arroja un sector de la sociedad, el proceso de paz actual sigue su rumbo inflexible hacia esa luz llamada fin del conflicto. Pues en un tiempo relativamente corto, si se tiene en cuenta lo complejo del asunto, se ha llegado a la concreción de la firma de la mayoría de los puntos fijados desde el inicio. El primero de estos, y tal vez el más neurálgico, fue denominado Política de desarrollo agrario integral. Dado a conocer el 21 de junio del 2013 y tiene como principal propósito la colosal tarea de generar un acceso equitativo a la tierra. Es un secreto a gritos que el tema de la concentración de la tierra en pocas manos, ha sido uno de los principales dinamizadores del conflicto.
El segundo acuerdo, Participación política, no carece de importancia. Se trata ni nada más ni nada menos, de crear las garantías jurídico-políticas necesarias para ampliar y pluralizar el ejercicio de la política a través de los diferentes espacios y mecanismos de participación. Esto, sin poner en riesgo los avances en la consolidación del sistema de partidos y generando un rompimiento del vínculo entre política y armas. (Ver página web. Oficina del alto comisionado para la paz)
En el tercer lugar de los acuerdos, se encuentra el denominado Solución al problema de las drogas ilícitas. Este punto es de vital importancia, porque busca dar solución a dicha problemática, alejándose de la estrategia antinarcótica impulsada desde el Pentágono, en el marco del Plan Colombia.
Que a este tema se le dé un enfoque de desarrollo rural, y que además, se vea al consumo como un problema de salud pública, indican que será posible dar un tratamiento diferente a este asunto.
El Acuerdo sobre las víctimas del conflicto, se ubica en el cuarto lugar, no por tratarse de un tema inferior a los tres primeros, sino por ser uno de sutileza y minucia, los 18 meses que duraron las discusiones así lo demuestran.
Acuerdo sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de armas, garantías de seguridad y refrendación. En este, que también se denomina, Fin del conflicto. Las partes dialogantes han adquiridos unos compromisos que contribuyan al surgimiento de una nueva cultura, que proscriba la utilización de las armas en el ejercicio de la política. Para tal efecto, se creó un mecanismo tripartito de verificación, integrado por miembros de la insurgencia, el gobierno y un componente internacional (ONU). (Ver página web. Oficina del alto comisionado para la paz)
Algunos académicos afirman que el ser humano es un animal de costumbres en sus movimientos[ii]. Pero me atrevería a plantear que también en su manera de concebir la realidad, el ser humano se adapta a un contexto, de tal manera que puede aferrarse a él, negándose la posibilidad de aceptar o ayudar en la construcción de un cambio. Si bien los diálogos en la mesa de la Habana, han avanzado de manera satisfactoria. En el grueso de la población, aún se siente un sin sabor de desconfianza e inseguridad. Son varios los motivos que hacen creer a las personas que el espiral de violencia, está llegando a una curva, y que por lo tanto, la finalización del conflicto está lejos de ser una realidad.
Un sector fuerte de la sociedad colombiana (fuerte más por su musculo financiero que por su propuesta política) no decae en el atiborramiento de fuego a la cultura de violencia. Sus esbirros controladores de los principales medios de comunicación, se encargan de azuzar el pesimismo en la masa de personas que acostumbrados a lo mismo, terminan replicando el discurso de quienes ostentando el poder, los han oprimido durante siglos. Si a esto le sumamos las experiencias negativas en los acuerdos pasados, se puede entender en gran medida dicho comportamiento de apatía.
No es tarea fácil cambiar esa costumbre tan longeva de creerle al lobo. La desinformación, la falta de ella, o lo que es peor, la tergiversación de la misma. Han ayudado a generar una dislexia colectiva que no ha permitido leer con claridad, aspectos fundamentales como las causas del conflicto, quiénes lo generaron, y quiénes se han beneficiado con el mismo.
Las utopías cumplen un papel importante en el trabajo de algunas personas. Permiten seguir avanzando con firmeza por caminos inhóspitos. De hecho, en los 52 años que ha durado el conflicto, muchas personas han caminado hacía el utópico destino que parece ser una Colombia en paz. Es que es necesario que aún se crea en dicha posibilidad, el contexto actual así lo requiere. Los alcances que ha tenido el actual proceso de paz, han sido un buen caldo de cultivo para empezar a tejer un país más justo. Algunos lo han entendido, y otros no quieren que se entienda. Por tal motivo, es indispensable que las mayorías conozcan los acuerdos, que tan siquiera se enteren de lo básico que contiene cada uno de los puntos acordados, tal vez así, el país irá cerrando las puertas a la guerra e ira abriendo los pórticos que la paz necesita.
En muchos lugares de la periferia colombiana, algunas organizaciones sociales ya se han puesto la tarea de dar a conocer los acuerdos. No es una tarea sencilla, son inconmensurables los obstáculos que se presentan ante dicha empresa. En nuestro departamento, COORDOSAC (Coordinadora Departamental de Organizaciones Sociales, Ambientales y Campesinas del Caquetá) se ha puesto al frente del tema. A través de su comisión de cultura, deporte y turismo, se ha puesto en marcha una estrategia de acercamiento a las comunidades, con el fin de socializar los puntos acordados en La Habana.
Se trata de una serie de eventos artístico-pedagógicos llevados a cabo en diferentes lugares del departamento por un grupo de estudiantes, docentes y artistas, quienes consideran que la dislexia de la guerra, puede ser superada con la educación y el arte.
Las actividades consisten en socializar con las comunidades, los puntos que se han acordado en la mesa de diálogos. Para tal fin, se realiza junto a la coordinación de las organizaciones sociales de la región, un evento que aglomere la mayor cantidad posible de asistentes, para luego explicar cuáles son los puntos que se han acordado y qué es lo que se viene para las regiones. La dinámica del evento articula ponencias sobre los puntos acordados, con presentaciones artísticas, de tal forma que el espacio no se convierte en un ritual plano y monótono, en el que las personas ven limitada su participación, pues también hay momentos abiertos al público, para que éste intervenga y enriquezca el evento.
Pedagogía artística por la paz, como se le ha denominado a esta actividad, se ha desarrollado en cuatro puntos del departamento. El primero de ellos fue Cartagena del Chairá, donde se llevó a cabo el día sábado 23 de abril, con la colaboración de ASOJUNTAS. Tal vez por ser el primero, y por tratarse de una experiencia inusual, fue el que más inconvenientes presentó. La logística no funcionó como se había presupuestado, puesto que la alcaldía dispuso de un lugar, y el día anterior, cedió este mismo espacio a un evento diferente. Ante tal disyuntiva, la pedagogía se vio desplazada hacía un espacio mucho más pequeño y con una asistencia limitada en cantidad y edad. La presencia de los artistas, entre ellos algunos payasos, hizo que el público infantil disfrutara del momento, a la vez que se les hablaba de la paz. Una palabra que han escuchado, pero que la han vivido poco.
El sábado 7 de mayo, en La Esperanza, corregimiento del Orteguaza. Se desarrolló la segunda actividad, con la colaboración de ACOMFLOPAD (Asociación Campesina Cordilleras de los municipios de Montañita, Florencia, Paujil y Doncello). En esta ocasión, no faltaron los inconvenientes, pero el evento pudo desarrollarse de manera satisfactoria. A pesar de que en el corregimiento vecino de El Pará se estaba llevando a cabo una incursión del ejército, y por consiguiente, un enfrentamiento con la insurgencia. El sonido estrepitoso de las explosiones no alteró de manera significativa la actividad como tal.
En el municipio de San José del Fragua, el día 21 de mayo, se desarrolló la tercera pedagogía artística por la paz. Esta vez el evento fue coordinado junto a la asociación campesina Portales del Fragua. Fue un espacio agradable en el que el día transcurrió entre música, payasos y el tema de la paz. Diferentes organizaciones sociales asistieron al espacio, y aunque ese mismo día se desarrollaron otros eventos, la asistencia fue masiva y participativa.
El cuarto encuentro, se realizó en la vereda San Isidro del municipio de La Montañita. Este evento que fue coordinado con las diferentes juntas de acción comunal, contó con una asistencia de aproximadamente 2.000 personas, las cuales estuvieron prestas a indagar principalmente sobre temas neurálgicos, como lo son, la política de desarrollo agrario integral y la solución al problema de las drogas ilícitas.
Sin adentrarme en detalles, cada uno de los eventos ha tenido un impacto positivo en las zonas donde se han realizado. Es posible que con actividades como esta, entre otras, y en diferentes lugares del territorio colombiano, la lectura de la coyuntura actual empiece a cambiar. Hoy más que siempre se necesita del aporte valioso que los diferentes académicos, artistas y periodistas, puedan generar en la transformación de un país que necesita de la educación como mecanismo de cambio. Será un proceso arduo, lento y muchas veces áspero. Pero es un camino que apenas está iniciando y que tras la firma del acuerdo final en La Habana, vendrán las posibilidades de aminorar las causas que generaron el conflicto.
La paz no llegará el día después de concluidos los diálogos. La paz debe ser un constructo colectivo que se debe desarrollar en todos los ámbitos de la sociedad. Pero el cese del conflicto, nos permitirá realizar esa construcción de manera más amena. Algunos se han movilizado en contra de la posibilidad de paz con impunidad, pero nunca lo hicieron en contra de la guerra con impunidad. Pues peor que la guerra no hay otra cosa.
El llamado es, si me permiten, a que no sigamos realizando lecturas desde la dislexia de la guerra, sino que hagamos un ejercicio pedagógico que permita entender las necesidades de poner fin al conflicto, para así, poder avanzar en la construcción de un país más acorde con las necesidades de sus habitantes y el medio ambiente. Es necesario dar una refrendación al acuerdo final, que permita darle solidez política a lo acordado, y de esta manera, se materialice lo que está en el papel.
*Víctor Ospina Ortíz nació en Florencia, estudió en el Colegio Nacional La Salle y se graduó de Licenciado en Ciencias Sociales en la Universidad de la Amazonia de Florencia. Se desempeña como docente en la Corporación Educativa Amigos Instituto Jean Piaget. Es estudiante de maestría en educación en la Universidad de la Amazonia y espera trabajar con las comunidades rurales, haciendo énfasis en la protección del medio ambiente y la defensa del territorio. Así como también, indagar sobre la educación ambiental y el asesinato de las docentes vinculadas al sindicalismo en el Caquetá.
[i] (2015, 08). Proceso de paz: Así comenzó todo. Semana.com,
[ii] (2008, 06). Estudio confirma que el hombre es un animal de costumbres. EL ESPECTADOR.COM, pp.