Otra forma de contar la historia de las regiones

La academia tiene mucho que decir sobre el conflicto armado en las regiones apartadas de Colombia, pero sabe poco acerca de la vida en esos territorios. Sin estudiar esta historia no habrá luces para avanzar en la construcción de paz.

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Javier Revelo*

Colonización y poblamiento del piedemonte amazónico en el Caquetá. El Doncello, 1918-1972
Fabio Álvaro Melo Rodríguez
Editorial Pontificia Universidad Javeriana
2016

 

 

Una buena parte de las ciencias sociales, y especialmente de la ciencia política, se ha dedicado a estudiar las causas y las consecuencias del conflicto armado. Debido a esto, algunas regiones periféricas de Colombia tienden a estar en la mira de los análisis académicos.

Si bien este conocimiento regional acumulado es de gran valor para enfrentar los desafíos de un posible acuerdo de paz con las guerrillas, no debemos olvidar que este énfasis sobre el conflicto nos ha hecho perder de vista la importancia de muchos otros temas. No exagero al decir que hoy se sabe poco de la historia de estas regiones en aspectos diferentes del conflicto armado. Tengo la impresión de que quienes estudiamos las regiones nos movemos entre las investigaciones sobre el conflicto armado, por un lado, y las historias románticas de sus protagonistas, por el otro.

El libro de Fabio Melo, Colonización y poblamiento del piedemonte amazónico en el Caquetá. El Doncello, 1918-1972, es una excepción importante porque estudia al Caquetá sin romantizar su pasado y sin hablar del conflicto armado. Es un libro sobre colonización y poblamiento del piedemonte amazónico.

El colono que trajo al Estado

De El Doncello se habla poco porque, a diferencia de San Vicente del Caguán o de Cartagena del Chairá, este municipio está menos ligado con la historia de las FARC. En este sentido, el primer acierto de Melo es haber escogido un municipio poco estudiado para resaltar la diversidad del norte del Caquetá.

La extracción de quina –a finales del siglo XIX- y de caucho -hasta inicios del siglo XX- dejó una compleja red de trochas y de pueblos que serían decisivos para el futuro del Caquetá. La colonización campesina que siguió a estas actividades extractivas aprovechó ese entramado de caminos y pueblos. Así, la colonización campesina en sus inicios bajaba de las montañas para encontrarse con los ríos.

El problema radicaba en que los pueblos caucheros de aquel entonces estaban conectados con el interior del país y no entre ellos. Por ejemplo, quien en 1914 quería ir de Florencia a San Vicente del Caguán debía atravesar la cordillera Oriental y entrar al Huila. Una vez al otro lado, era necesario ir al norte del Huila para volver a atravesar la cordillera, pero esta vez en dirección al oriente. Según Melo, todo este trayecto tomaba, como mínimo, diecisiete días de viaje. La desconexión entre la capital de la Comisaría y su periferia era palpable, y por eso los curas (que eran el Estado) se quejaban de lo difícil que era llevar la palabra de Dios.

Si bien el gobierno nacional invirtió en el mejoramiento de las trochas caucheras, lo cual facilitó la llegada de colonos desde Huila y Tolima, los principales pueblos del Caquetá seguían desconectados entre sí. Cuenta el autor que en aquella época solo Florencia estaba conectada con Belén de los Andaquíes y San Vicente del Caguán con Puerto Rico.

Por eso el libro se enfoca en mostrar cómo los colonos y las autoridades regionales se organizaron para lograr una conexión terrestre entre Florencia y Puerto Rico. Con este fin promovieron la construcción de la trocha del Orteguaza, que desde 1918 comenzó a funcionar y a dirigir la colonización campesina hacia el norte. En sus primeros años las condiciones de la trocha eran muy difíciles. Con el tiempo, y gracias a la entrada de más colonos, esto fue mejorando. Todas las autoridades regionales invirtieron en la trocha y los colonos también aportaron su mano de obra para mantenerla en buen estado.

La trocha del Orteguaza promovió entonces tanto la colonización lineal (a lado y lado del camino), como el surgimiento de pueblos que servían de puntos de abastecimiento y de descanso para los colonos. Las escalas de viaje se fueron convirtiendo en pueblos nuevos. A Santuario y La Montañita pronto se sumó El Doncello como escala de viaje. Este se convirtió en la punta del norte para la colonización campesina.

Aunque las primeras fincas de El Doncello datan de 1930, la consolidación del centro poblado se dio en 1940. Muchos llegaron buscando tierra para cultivar. Otros lo hicieron para huir de la violencia partidista. A diferencia de sus vecinos del norte, a El Doncello llegaron más conservadores que liberales. Las razones de esta diferencia, sin embargo, son poco exploradas por el autor.

Entre 1918 y 1959 el piedemonte amazónico cambió radicalmente. En 1954, para ir de Florencia a San Vicente, ya no se necesitaban diecisiete días, sino seis. La fundación misma de El Doncello, en 1951, es una muestra de esta transformación.

El Estado que trajo al colono

En 1959, el Estado llegó a comandar la colonización de la región. El primer paso fue la construcción de la carretera que conecta a Florencia con Puerto Rico que, básicamente, siguió el trazado de la mencionada trocha del Orteguaza. Al mejorar la vía, el poblamiento se hizo más fácil. Fue así como a pocos kilómetros del centro poblado comenzó a ejecutarse el proyecto Maguaré, que al principio fue dirigido por la Caja Agraria y luego por el Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora).

Muchos llegaron buscando tierra para cultivar. Otros lo hicieron para huir de la violencia partidista.
Melo plantea que El Doncello cambió gracias a que por ahí pasaban todos los colonos que llegaban a reclamar las cincuenta hectáreas que el gobierno les había prometido. Cuenta el autor que la región se pobló en cuestión de años. Mientras que en 1951 muy pocas familias vivían allí, en 1964 el censo de población ya reportaba 10.721 habitantes.

Al reemplazar a la Caja Agraria, el Incora decidió incluir en sus programas de crédito a los colonos que no habían llegado con el Estado. El Instituto también acabó de construir la carretera que iba de El Doncello a Maguaré y promovió la ganadería de tipo extensivo que es dominante en la región. A estas transformaciones se sumó el reconocimiento del pueblo como municipio en 1967.

El libro cuenta con maestría la historia de El Doncello y explica cómo los colonos fueron llegando y se fueron organizando para hacer un nuevo mundo en las laderas de los Andes. El libro también muestra, aunque parezca difícil de creer, que el Estado en la década de los sesenta se puso del lado de los colonos, tituló sus tierras y promovió su bienestar. Aunque no fue perfecto, al menos lo intentó.

La academia que necesita el país

El estudio de las regiones periféricas de Colombia ha estado guiado por la existencia del conflicto armado. Pero la historia de estas regiones es compleja y va mucho más allá de la guerra.

En este contexto, el libro de Fabio Melo es un buen ejemplo del tipo de academia que necesita el país en estos momentos. Las ciencias sociales hoy no solo deben aprovechar el conocimiento acumulado sobre el conflicto para aportar a la construcción de paz; también deben ampliar las agendas de investigación sobre estas regiones.

* Candidato a doctor en Ciencia Política, Universidad de Pennsylvania.

**Este texto apareció originalmente en el portal RazónPública.

Foto de portada: El Doncello. Panoramio.com.

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