“Todo cambia y es duro, porque uno no está acostumbrado…
ya uno no carga un fusil sino una cámara fotográfica”
Marlon, FARC
5:00 a.m. Una mañana fría y con las nubes asomadas por las montañas da la bienvenida a ese día de filmación del proyecto sendero de Paz. Como presagio, un carro de la vereda Puerto Amor pasa lanzando voladores al aire y colocando música a todo volumen. Anuncia el sensacional bazar: “Comidas típicas de la región, bebidas al gusto, riña de gallos, campeonato de microfutbol masculino y femenino, rumba hasta el amanecer o hasta que el cuerpo aguante”.
Los camarógrafos – Alexander y Carlos- empiezan a alistar sus herramientas y las familias campesinas inflan globos y colocan los letreros decorados en la entrada de sus casas anunciando que pasará el sendero de paz.
7:00 a.m. Cae una leve llovizna sobre las Morras, y empiezan a llegar los invitados al sendero: De Bogotá, Consuelo, Henry y Silvia – Biblioteca Nacional-. De San Vicente: Miguel, Cristhina (OACP) Lizeth y Juan Alejandro. Y en la BPM les dan la bienvenida: Robinson, auxiliar Bibliotecario; Ana y Valentina, del GAB; y Natalia y Javier, los camarógrafos oficiales de la BPM.
Robinson inicia el sendero de Paz, haciendo un recuento del proyecto y lo que ha generado en los escritos de la comunidad de Las Morras. Caminamos hacia la casa de Dalia Campos, presidenta de la Junta y del GAB. Un sabroso olor a caldo de gallina y arepas nos recibe en la casa. Una historia llena de momentos difíciles y de guerra despierta los sentimientos del grupo de caminantes. Mientras desayunamos, Dalia recuerda aquellas épocas en que llegó a la región y la finca donde trabajaba. Nos narra que era paso obligatorio de grupos insurgentes y de combates. Igualmente nos comenta los momentos duros del encarcelamiento de su esposo y de la quema de su casa… Se nos hace un nudo en la garganta. Posteriormente se unen algunos niños al sendero de paz.
8:30 a.m. Caminamos rumbo a la fonda “La Olímpica” –yo creo que el nombre es en honor a la forma como se negoció- y en este trayecto se nos unieron a la caminata Aracely y Reynel (pareja de adultos que igualmente fueron encarcelados durante un tiempo por motivos de los imaginarios de las relaciones de los campesinos con el conflicto en la región).
9:00 a.m. Llegamos a casa de William y Ana – del Grupo de Amigos de la Biblioteca. Nos reciben con sus sonrisas y con un racimo de guineos para degustar lo típico de la región. William hace su intervención, donde nos comparte el escrito que ha realizado sobre su experiencia al ser víctima de mina antipersona. Desgarrador relato que nos hace poner los pies sobre la tierra. William me informa que estamos cortos de tiempo, y que mejor cambiar el trayecto del sendero, por uno más corto. Evalúo con Robinson y con Reynel la posibilidad del cambio, y decidimos que se desarrolle el sendero por el camino de doña Ernestina, que nos lleva al PTN de Miravalle en cuarenta minutos. Seguimos nuestro caminar, rumbo a casa de Diego y Lucy.
9:45 a.m. Las veladoras y los rezos han funcionado, la leve llovizna desaparece, y un tímido sol se asoma entre nubes espesas y dispersa la neblina que cubre el paisaje montañoso de las Morras. Gran algarabía por la llegada de los camarógrafos y de los senderistas. Lucy corre a colocar los asientos en el corredor de la hermosa casa de madera, mientras Natalia nos recibe con un tinto caliente. Diego y Juan a la distancia acompañan a los visitantes…pero Laura, con su energía y carisma, nos hace preguntas y quiere participar de las conversaciones de adultos.
Don Fortuna inicia su relato: Son los años sesenta, primeros colonos que llegan a Las Morras vía Balsillas, Guayabal y Los Andes. Terrenos selváticos y hombres valientes con hacha en mano se encuentran en un contexto histórico de guerra bipartidista y amnistías. Luego da paso a los tiempos de la guerra entre FARC y Ejército, y finaliza con el drama de su captura y encarcelamiento disque por se auxiliador de la guerrilla. Don Pedro, ayuda a su hermano en la construcción de los relatos, pues él vivió casi la misma historia de desplazamiento, guerra y cárcel. Los dos narran con nostalgia la huída que hicieron con su mamá y sus hermanitos por las selvas del coreguaje: Caminatas de noche, hambre, frío, angustia, y la muerte de su hermanito menor que no resistió el trajin de la guerra.
10:15 a.m. Pasamos a la fonda de doña Milvia. Ella nos espera con la casa muy arreglada, los globos de bienvenida y un altar, con mantel blanco y el album de fotografías antiguas de la vereda. Muy elegante ella, nos da la bienvenida e inicia sus relatos de tiempos mejores: Los paseos de olla en el tiempo del verano, con el típico sancocho de gallina, el baño en el río Pato o la quebrada las Perlas, y los “bailes hasta el amanecer o hasta que el cuerpo aguante”. Ya no se hacen esos paseos…en el último que hicieron, llegando a la escuela de la vereda unas ráfagas de fusíl casi alcanzan el mixto donde venían con todas sus familias. Un milagro los salvó de una catástrofe. Con su habitual tranquilidad y alegría, nos narró las fiestas de navidad, año nuevo y San Pedro, celebradas en su casa bajo la luz de la luna. Tiempos antiguos donde la carretera hacía de pista de baile, y los niños corrían a tomarsen los cunchos de las botellas de cerveza que dejaban los adultos en la calle.
10:30 a.m. Subimos todos a la camioneta, al taxi y a las motos y arrancamos entre pitos, risas y charlas amenas hacia la casa de Johana y Odilia. Ya está en la casa toda la familia esperando desde muy temprano, estaban angustiados por la demora. Kevin y Marlon, del ETCR, se encuentran allí, como lo habíamos programado, para que las historias de las FARC hicieran parte del sendero.
Diego, Alfonso, Odilia y Johana nos reciben cálidamente. Con algo de timidéz, Johana saca un papel de su bolsillo, y nos invita a escuchar su historia: La última despedida. Historias de una familia que sigue hoy en día esperando la llegada de su hijo mayor que desapareció en la guerra.
11:00 a.m. Con la presión del viaje de los invitados de Bogotá, partimos en los carros y motos hasta la entrada a la casa de Ernestina. Un bocadillo y una bolsa de agua se les da a cada caminante. Y empezamos el camino de trocha hacia el ETCR “Oscar Mondragón”. Pasamos por cañadas, por selvas, por caminos estrechos…siempre con las indicaciones de los campesinos cuando se asume el riesgo de ir por las trochas en una vereda catalogada como zona roja de mina antipersona: “Ir siempre por el sendero, no salir de él ni si quiera para ir al baño. No recoger ningún artefacto extraño, y siempre ir uno detrás del otro por el mismo camino. Donde pisa uno pisan todos”.Un peso de responsabilidad se sube al hombro de los bibliotecarios, que piden al más allá alguna protección.
Por el camino fluyen historias expontáneamente: Don Alfonso nos narra la travesía que vivió con su familia para llegar a Las Morras en un invierno en los años noventa. Marlon, de las FARC, comenta sus narrativas de combates, donde casi pierde la vida por causa de un tiro en la cabeza…y cómo sus compañeros lo recogieron y lo llevaron en hombros para salvarlo.
12:00 m Pasamos la hamaca del río Pato, toda una metáfora del proceso de paz: El río crecido, la hamaca medio torcida y resbalosa, pero el ánimo intacto de pasar al otro lado – ver el cortometraje, senderos de paz, vereda Las Morras-. Pasamos el río y nos reciben Karina y Doris de ARN, Álvaro de la defensa Civil, la policía comunitaria y algunos visitantes del PTN. Tomamos refrigerio, mientras cerramos el sendero de paz con la historia de “Cómo un campesino termina en las filas de las FARC”, de Kevin. Una historia de luchas, de señalamientos, persecuciones a los campesinos por el solo hecho de vivir en zonas rojas. Unas decisiones dadas por las pocas opciones en el área rural, y una enseñanza de que detrás de esos camuflados hay historias de campesinos que con dolor han superado los traumas de la guerra.
12:30 p.m. Robinson da los agradecimientos a los participantes del primer sendero de Paz. Nos despedimos de los viajeros a Bogotá…los ayudamos a salir de la vereda Miravalle en medio de charcos de lodo y barriales que hacen casi imposible la salida de los carros. Un incidente con el taxi casi nos deja sin auxiliar bibliotecario, pues fue arrastrado unos metros amarrado a un lazo…pero nada que un buen auxiliar bibliotecario no pueda superar. Degustamos un delicioso almuerzo casero, y retornamos a Las Morras en el camión de la Policía que también hizo maniobras para salir de esas montañas embarradas por la lluvia torrencial que se desató al finalizar el sendero.
4:00 p.m. Ya todos en las casas con el corazón hinchado por la experiencia de caminar juntos y contar nuestras historias, llegamos a narrar las travesías y las viviencias de este 14 de octubre. Nosotros en la BPM damos gracias porque todo salió muy bien, sin nada que lamentar, y dispuestos a seguir abriendo senderos por toda nuestra región.
Nota: A un año del primer sendero de paz, los testimonios de quienes caminamos muestran la pluralidad de sentidos y experiencias vividas por los senderos de la vereda Las Morras.
Robinson (Bibliotecario de Las Morras):“Otras de las experiencias que han quedado marcadas son los senderos de paz, esa gran idea que se nos ocurrió para que nos encontraramos todos en torno a la biblioteca: Hacer recorridos por los caminos antiguos de la región recordando los hechos históricos que han surgido en los tiempos del conflicto. Observar aquellos campamentos donde descansaban los guerrilleros de las FARC, las bases militares del ejército, sitios bombardeados. Caminando por estos sitios lleva a la comunidad a volver sobre sus recuerdos. Pues, nuestra vereda ha sido muy afectada por la guerra. Caminamos por aquellas madres que han perdido sus hijos, esposos, etc. Recorrer estos caminos ha sido muy importante para la comunidad ya que es un nuevo comienzo lleno de alegría de paz y tranquilidad. Es muy hermoso saber que estamos tranquilos caminando por los senderos de la paz, con la posibilidad de recordar el pasado de temores y vivir el presente sin rencores. Es muy bello mirar a la policía, campesinos, excombatientes, universitarios y demás caminando sin odio ni rencores, compartiendo diferentes tipos de historias, dialogando con absoluta confianza sin temor a nada. Ya llevamos cincos senderos de paz llenos de alegría y solidaridad. Éste medio ha ayudado mucho a la comunidad a brindarnos confianza porque la biblioteca ha llevado muchas cosas buenas a las personas: la BPM se convierte asi en una fuente vital para la comunidad. Por que como dice aquel verso: la mejor nave para conocer el mundo es un libro”.
Kevin (Excombatiente FARC): “Caminábamos en tiempos de guerra por seguridad, para no correr riesgos, para combatir a la oligarquía, o para huir de los bombardeos. De noche, de día, sin horario fijo, hasta tres o cuatro horas seguidas. Ahora caminamos con las comunidades campesinas, para escuchar sus historias de cómo vivieron el conflicto armado, y nosotros caminamos narrando nuestras propias historias de esta guerra que a todos no toco vivir. Cada paso en el sendero, es un paso hacia la reconciliación, y por consiguiente, un paso de reincorporación a la sociedad. Pero tenemos que caminar juntos. Por ello dejamos las armas, para abrazar la palabra, y en su mayor expresión, la palabra escrita, los libros… por ello digo con certeza, que el día en que dejé las armas llegaron los libros a mi vida”.
Pablo (Bibliotecario de la paz): “Cuenta la leyenda que hace unos años la nostalgia de no tener historias que contar embargaba mi existencia. Llegué al Caguán en busca de esas historias…pero es el Caguán el que me ha permitido reescribir mi historia propia. El encuentro de las narrativas, el cruce de historias, nos permiten ver en el otro una realidad que era oculta, y caminamos, por un mismo sendero, para ver en el otro a ese ser humano que se oculta bajo las apariencias de lo extraño, lo contrario y lo ajeno. El sendero nos devela lo mejor de la humanidad, porque asumimos el riesgo de caminar por territorios minados, con la confianza en el otro que se atreve a caminar a mi lado. La confianza en el otro, un elemento clave que la BPM ha generado en la comunidad, en los excombatientes y en las instituciones estatales. Todo el tiempo caminamos: Los campesinos hacia sus cultivos, en busca del ganado o simplemente para remesiar. Los excombatientes caminan entre la selva para refugiarse, sorprender o huir. Y los bibliotecarios rurales, de la paz, cargamos nuestras maletas de libros para compartir un legado con las familias campesinas mas apartadas de los territorios. Y juntos, caminamos para hacer realidad nuestro lema: Bibliotecas de la paz, espacios de encuentro, lugar de todos.
*Bibliotecario de La Paz, Biblioteca Pública Móvil de las Morras (2017). Sociólogo y Magister en Antropología. Autor de los libros: Narrativas de vida dolor y utopías (2014), Dios lo manda y el diablo lo susurra (2016), Capítulo del libro, Etnografías contemporáneas III (2017).