En Montañita, Caquetá, existe una vía de comunicación por la cual se deben mover cientos de familias. Ir por estos lados es estar destinado a vivir toda una travesía: de la inspección de la Unión Peneya a San Isidro hay 16 kilómetros que, pese a no estar en el mejor estado, son transitables. Tras otros 9 kilómetros sigue el poblado de Miramar. Aquí se acaba el paseo pues comienza una trocha en la que solo los verracos meten los carros. El lodo hace de las suyas, las lluvias vuelven este camino, al que llaman carretera, una odisea que deben afrontar día a día las comunidades de Alto Arenoso, Nueva Ilusión, Palmeras y la Y. Lo peor del caso es que no hay ruta pública. Hay unos pocos carros que sacan quedo de las comunidades, siendo estos choferes los propios verracos que asumen desde el abastecimiento de alimentos, como el transporte de personas y los encargos de medicina, ropa y pan para los habitantes de este sector. Perfectamente, en una vía pavimentada se podría hacer este recorrido en menos de una hora, pero allá se puede demorar un día completo o dos. Esta vía es responsabilidad de la Gobernación del Departamento, pero la gente ya ni habla del tema porque han pasado tantos años sin que nadie haga nada que simplemente perdieron la esperanza. La zona rural de la Montañita sufre de un mal que tiene su origen en el gobierno: abandono.
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*Nacido en San Vicente del Caguán, criado en Puerto Rico, Caquetá. Licenciado en Edu. Artística de profesión, optó por la fotografía como su medio para contar el territorio. Presidente de la Fundación Mambe, Productor del cortometraje Kundrara Kuribia Sia (El pensamiento de los jóvenes), ganador del premio Victor Nieto a mejor producción audiovisual desde las regiones en el marco del FICCI. Fotógrafo independiente, ha trabajado para agencias como ACNUR, CICR y el Centro Nacional de Memoria Histórica. Actualmente está trabajando en un banco de imágenes en torno a acciones desde lo comunitario en pro de construcción de paz