Configuración diferenciada del paramilitarismo: un enfoque regional

Para el análisis de la guerra en Colombia resulta primordial identificar las realidades locales en los territorios para minar la capacidad de los actores ilegales que se asientan sobre las regiones. El caso de Urabá muestra la importancia de realizar estudios de las configuraciones regionales de los actores armados para comprender los fenómenos violentos.

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Fotografía de portada: Jesús Abad Colorado

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Julián Barbosa*

En Colombia ha habido un conflicto político de mediana duración compuesto por variadas violencias. La complejidad de estos fenómenos encierra, en muchos casos, interpretaciones simples que terminan por encubrir el real desarrollo del conflicto. Es fácil encontrar con ligereza la referencia a los actores armados ilegales como narco-guerrillas, narco-terroristas, terroristas y en otros casos Bacrim; cuando una banda de amigos que se reúne a delinquir resulta ser también una banda de criminales.

Más allá de estas menciones que no pretendo discutir, es indispensable entender el comportamiento de los actores armados, que no son homogéneos, y en cambio su accionar es diferenciado por cuenta de las dinámicas locales. Es pertinente recordar acá al profesor Fabio Zambrano en su libro titulado “Colombia país de regiones” (1998) para entender las dinámicas locales. Así, las FARC en Colombia deben ser entendidas de acuerdo a las regiones en donde se encuentran. No es lo mismo la presencia de la guerrilla en el Pato-Balsillas que en el Urabá chocoano o en Timbío Cauca, y eso considerando que las FARC se caracterizan por un alto grado de disciplina alrededor del secretariado. En contraste, el paramilitarismo ha nacido por cuenta de iniciativas regionales, se ha adaptado a esas lógicas locales y ha tenido intentos de centralización de corta duración.

Para poder discutir sobre esta cuestión quisiera referirme al genocida proceso paramilitar de las autodenominadas Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, ACCU en el Urabá en la década de 1990, pues su incursión y expansión en las subregiones muestra un accionar diferenciado por cuenta de las dinámicas locales. En términos geográficos, el Urabá puede ser dividido en Norte, Eje Bananero y sur del Urabá antioqueño y Urabá chocoano. La entrada del ejército paramilitar empezó por el norte de Urabá, luego continuó con el Eje Bananero para terminar expandiéndose al sur del Urabá antioqueño y Urabá chocoano. En cada una de las regiones se tuvo que adaptar a dinámicas económicas, sociopolíticas (nivel de organización social, identificación del paramilitarismo con la población) y a la presencia territorial del Estado (provisión de servicios públicos, recaudo de impuestos, administración de justicia y papel de la fuerza pública) que terminaron por condicionar su accionar. El estudio de casos como el de Urabá invita a reflexionar sobre cuál es la “combinación” de las dinámicas regionales que ayuda a entender el accionar de los actores armados territorialmente.

La configuración del territorio del norte de Urabá en la década de 1990 es producto de la expansión de dos fenómenos provenientes de Córdoba. El primero, la expansión ganadera antioqueña y el segundo la expansión del narcotráfico del cartel de Medellín, que usó tierras de Córdoba y Urabá para exportar la coca por el corredor de Juan José en Puerto Libertador, Córdoba hasta Arboletes en Antioquia y los Córdobas en Córdoba. El resultado fue la consolidación de un latifundio ganadero y corredores de narcotráfico.

Allí el paramilitarismo encontró un terreno propicio para su configuración, pues se alió con ganaderos y pobladores que se plegaron a su orden mientras que los que no lo hicieron terminaron desplazados. La configuración paramilitar fue facilitada porque el norte de Urabá era un territorio con una débil organización social por cuenta del tipo de tenencia de la tierra, de latifundio, en el que primaba la condición de peón por sobre la de campesino. En el norte no hubo lucha por la tierra, ni sindicatos. La izquierda en esta región nunca obtuvo alcaldías y la guerrilla, del EPL, hizo presencia militar sin un acento político.

Por su parte, la presencia territorial del Estado en el norte se manifestaba con una institucionalidad débil a la par que con una Fuerza Pública pasiva, que se caracterizó por su omisión, tanto frente a la guerrilla como a los paramilitares. La omisión está dada porque allí los paramilitares no necesitaban la ayuda del Ejército o la policía. En el norte no hubo tanta denuncia contra la Fuerza Pública por violación a los derechos humanos como por omisión. Este tipo de presencia del Estado coincidía con la baja tributación de los ganaderos de la zona (Romero, 1989: 13). Así, si bien los ganaderos de esa subregión alegan históricamente una “ausencia del Estado” lo cierto es que esta “ausencia” operó bastante bien para el orden que se configuró en la región.

Esas condiciones mencionadas facilitaron el dominio paramilitar pues en la práctica no tuvo resistencia. Además varios miembros de la población fueron reclutados y los paramilitares se asociaron de alguna forma como familiares. Revisando relatos de pobladores en esa época, es común encontrar que estos se referían a los paramilitares como “los muchachos”. Ellos patrullaban las calles, dirimían conflictos y llegaban a ajusticiar. Todas estas circunstancias dieron pie a que en el norte hubiese una configuración paramilitar de dominio sin resistencia.

En el Eje Bananero hay un antecedente de agroindustria fuerte desde la década de 1960 con la presencia de la frutera de Sevilla, antes llamada United Fruit Company, recordada por su participación de la mano del gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez en la masacre de las bananeras en diciembre de 1928. Desde muy temprano en el Eje Bananero hubo una sólida organización social producto del trabajo de los sindicatos bananeros y del fortalecimiento de las guerrillas del EPL y las FARC que llegaron a promover “invasiones” de tierras. Paralelo a esto, en el Eje hubo un fuerte trabajo político de la mano de la UP-PCC.

En este sentido, la organización social en el Eje Bananero era fuerte y esto representó un obstáculo para la entrada del paramilitarismo. Debido a esta circunstancia, la incursión de las ACCU fue diferente en el Eje en relación con el norte. Allí ingresaron con el apoyo de antiguos miembros y milicianos de las FARC como alias “HH” y Carlos Correa del frente 58 y su estrategia consistió en romper el tejido social para desarticular la organización. Auspiciar, propiciar y presionar delaciones generó desconfianzas y división dentro de la población.

Por su parte, la presencia territorial del Estado en el Eje fue diferente. Es de destacar que en la región de Urabá de 10 pesos invertidos en los noventas 8 iban destinados al Eje Bananero y los otros 2 se repartían en las otras dos subregiones. En la subregión la presencia institucional estaba “fortalecida” por la presencia de una agroindustria que demandaba servicios y seguridad.

Frente a una región hostil al paramilitarismo, la fuerza pública fue necesaria para la configuración paramilitar. Son múltiples las denuncias de complicidad entre estos dos ejércitos, la masacre de San Jose de Apartadó en una prueba irrefutable. A diferencia del norte, en el Eje Bananero las ACCU sí necesitaron la ayuda de las fuerzas oficiales. Es en el Eje Bananero donde se reportó el mayor accionar del Ejército en Urabá durante los noventas y se le denunció por sus reiteradas acciones en contra de los derechos humanos. Todas esas condiciones dieron como resultado una incursión paramilitar de dominio con resistencia.

La subregión del sur del Urabá antioqueño y el Urabá chocoano ha sido históricamente de economía campesina de subsistencia. Esta característica y la de ser declarados territorios colectivos ha significado un alto nivel de organización de los campesinos. Esos niveles de organización llegaron incluso a significar réditos políticos con alcaldías de la UP. Por su geografía, la región también ha sido albergue de grupos insurgentes.

Frente a esto, la presencia territorial del Estado se ha caracterizado por tener una participación institucional baja pero con fuerte presencia de la Fuerza Pública. En esta subregión el Ejército tuvo una alta participación en el conflicto pues sin su trabajo el paramilitarismo no hubiera podido penetrar en la zona. La Operación Génesis es un claro ejemplo de ello y la condena al ex general Rito Alejo del Río por el asesinato del campesino Marino López Mena en esta operación muestran esta complicidad.

Los paramilitares que ingresaron a la región con la ayuda del Ejército, y en algunos casos de la policía, fueron vistos y actuaron como invasores que llegaron a despojar y desplazar. A diferencia del norte, en la subregión no hubo una base social fuerte que los respaldara.

El paramilitarismo buscó resquebrajar el tejido social y una de las formas de resistir que tuvo la población fue el desplazamiento. En el sur del Urabá antioqueño y en el Urabá chocoano la configuración paramilitar fue de invasión con resistencia.

Las tres subregiones analizadas en el Urabá permiten identificar lo indispensable de entender los fenómenos regionales para comprender el comportamiento de los actores armados y del conflicto en el territorio. Analizando el fenómeno del paramilitarismo se puede dilucidar cómo en cada territorio las características económicas, sociopolíticas y la presencia territorial del Estado modificaron su accionar. En el norte de Urabá hubo una configuración paramilitar de dominio sin resistencia, en el Eje Bananero de dominio con resistencia y en el sur del Urabá antioqueño y Urabá chocoano una configuración de invasión con resistencia.  

Es importante destacar que en cada lugar el Estado, con su aparato armado, fue aliado, ya sea por acción u omisión, facilitando el triunfo paramilitar. Para el análisis de la guerra en Colombia resulta primordial identificar las realidades locales en los territorios para minar la capacidad de los actores ilegales que se asientan sobre las regiones. El caso de Urabá muestra la importancia de realizar estudios de las configuraciones regionales de los actores armados para comprender los fenómenos violentos.

 

*Es historiador y politólogo de la Universidad de los Andes, mágister en estudios políticos de la Universidad Nacional de Colombia, docente e investigador del centro de pensamiento A la orilla del río de la Corporación Educativa Jean Piaget. Consultor independiente.

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