La explotación petrolera en el Caquetá debe evitarse por dos razones principales, los efectos sobre el medio ambiente y el impacto sobre el conflicto social.
No estamos hablando de cualquier territorio, estamos hablando de la Amazonía, vital para el equilibrio eco-sistémico del mundo. Esto implica por ejemplo que:
- El llamado “pulmón del mundo” es el responsable de absorber el 10% de las emisiones globales de carbono de nuestro planeta.
- El 20% de las emisiones anuales de gases invernadero provienen actualmente del despeje de selvas tropicales en el mundo.
- La vegetación tropical del mundo absorbe 200.000 millones de toneladas de carbono. 70.000 de las cuales son procesadas por árboles amazónicos.
- La Amazonía es la más grande reserva biológica de la tierra. Con un 30% de todas las especies terrestres.
- En una hectárea de selva se pueden dar más de 480 tipos de árboles.
- La Amazonía contiene el 20% del agua dulce del mundo.
Desafortunadamente, el siglo XX para la Amazonía fue devastador, en especial para la Amazonía caqueteña. Por ejemplo, producto de la colonización, deforestación y ganaderización extensiva promovida por el propio Estado, el departamento del Caquetá es el segundo lugar más deforestado en América Latina (después del Chaco en Paraguay), con 214 km2 de hectáreas perdidas en el 2012. Esto hace que los expertos alerten que la situación de la deforestación en el Caquetá sea crítica y se alerte que los servicios ambientales en el Caquetá desaparecerían en los próximos 10 años, es decir, en el 2025[1].
Es así que en curso ya hay un proceso de destrucción de los recursos hídricos, de la fertilidad de los suelos y alteración del clima. Sin embargo, debemos hacer reflexión precisamente sobre eso para proteger la Amazonía y no permitir que la explotación petrolera se sume a la destrucción.
El problema de la incursión petrolera a Valparaíso no es el problema de las comunidades que viven allí, es un problema del mundo. Es un problema que va más allá y que tiene que ver con la visión de desarrollo que queremos. Si es una visión desde el consumo, y que obliga hoy en día desesperadamente a los Estados a buscar reservas de petróleo, a costa del medio ambiente, o es una visión que basa la felicidad no en lo que consumimos sino en lo que somos.
Apropósito de esto, la siguiente reflexión de Castro (2015)
“En Estados Unidos, principales consumidores del mundo, se consumen 25 millones de barriles diarios y se producen tan solo 5 millones. Al ser una balanza deficitaria, se observa que este es un modelo de consumo que realmente está haciendo crisis, que es insostenible a largo plazo y que es consecuencia de la forma como se concibe el progreso y el desarrollo en relación a los niveles de consumo. Así, un norteamericano se siente desarrollado si este año gasta 100 dólares y el próximo año puede gastar 150 o 200 dólares. Si no lo logra, se aflige, se frustra, cree que no progresó. Tal vez sea irrelevante que sea más feliz, haya leído más libros, o sea más amado, ya que se mide el desarrollo en términos de aumento en los niveles de consumo”. (Castro, 2012:P.46-47).
Las consecuencias ya se han visto en otras regiones del país, como en el Casanare, que dejó 20 mil animales muertos. Los mismos sectores ganaderos de la región se verían fuertemente afectados si una sequía de estas magnitudes llegara a suceder en nuestro departamento. Ya en otras regiones del mundo enfrentan situaciones alarmantes, en California, el estado que surte de alimentos el resto de los Estados Unidos, no llueve hace tres años, lo que ha afectado seriamente la calidad de vida de los habitantes y las expectativas productivas. La crisis por el agua en el mundo ya la estamos viviendo y la presión geopolítica por el control de los recursos ambientales sobre los territorios como la Amazonía va a ir en aumento.
Por más campaña publicitaria, patrocinio a equipos de futbol –incluida la Selección Colombia- o discursos sobre “buenas prácticas”, la realidad de la explotación petrolera siempre ha sido la misma en términos de impacto al medio ambiente:
- Contaminación de fuentes hídricas.
- Alto consumo de agua.
- Deforestación.
- Contaminación aérea con partículas que aceleran el calentamiento global.
- Derrames.
- Desplazamiento de fauna.
El Caquetá ya ha sufrido los impactos de los procesos de exploración con sísmica. En San José del Fragua son conocidas las denuncias sobre los vertimientos tóxicos de la petrolera sobre ríos y caminos. Sobre cómo construyeron plataformas petroleras sobre humedales. Sobre cómo se desviaron ríos y cómo se ha disminuido el caudal. Sobre el riesgo que significa hacer sísmica en un territorio con fallas geológicas. Sobre los deshechos que todavía son testimonio de la exploración en el territorio. Todo esto, a pesar del discurso de las “buenas prácticas” con la que llegó la empresa. (Para saber más sobre la situación en San José del Fragua ver este link https://www.youtube.com/watch?v=Bwo-v8Z-p_Q)
En San Vicente del Caguán, donde opera la Emerald Energy desde el 2010, hay denuncias de deforestación, sequía. Incluso Corpoamazonía emitió una sanción preventiva luego de que la empresa hubiera construido dos locaciones fuera de la licencia ambiental, que deforestara parte de la Zona de Reserva Forestal y contaminara una cuenca hidrográfica que abastece de agua a varias veredas del municipio como lo denuncia Díaz (2015). Ahora, lo que siempre pasa: existen unas normas ambientales que deben cumplir las empresas que en el mejor de los casos implican sanciones o multas al no ser cumplidas. ¿Acaso los daños ambientales pueden ser compensados con dinero o con una sanción? ¿Los animales desplazados o afectados por los derrames van a ser reparados con dinero?
Estudios de la Universidad de la Amazonía han mostrado la importancia biológica del territorio de Valparaíso. Allí se encontró entre otras la Cedrela odorata L. , un cedro que se encuentra en la lista roja de especies de la UICN. Además, elCallicebus Caquetensis, primate también conocido como el “mono bonito del Caquetá” especie endémica en vía de extinción que estos días acompaña a los campesinos que cuidan el Puente de El Cacho en Valparaíso. Hay temor sobre los impactos que puede generar la sísmica en el desplazamiento de animales.
Universidad de la Amazonía presenta estudio ambiental sobre Valparaíso
En la práctica está visto que el Estado colombiano tiene normas ambientales pero no la capacidad para hacerlas cumplir. Sabiendo los antecedentes, no sólo en el Caquetá, sino en el Casanare, Putumayo, y en muchos lugares donde existe explotación petrolera, vamos a admitir que digan que “ahora sí se van a cumplir las normas ambientales”.
Todo lo anterior en relación con el medio ambiente. Sin embargo, la explotación petrolera tiene otro impacto: el conflicto social.
Lo primero que ocasiona es la división dentro de las comunidades y la ruptura del tejido social. El patrón de conducta es que la empresa ofrece puestos y dinero y esto pone a pelear a las comunidades entre quienes quieren recibirlos y entre quienes no piensan vender su territorio por dinero. Las Juntas de Acción Comunal por lo general se convierten es en cooperativas de trabajo, ya no se ocupan de los problemas de la comunidad sino de ver cuantos cupos laborales consigue con la empresa. De empleo no calificado valga recordar. En esta dinámica prima la tercerización laboral, los carteles para la subcontratación como los que son denunciados en San Vicente del Caguán y la confusión de responsabilidades entre operadores y contratistas. Si se tiene alguna queja, el contratista dirá que se deberá presentar ante el operador y viceversa.
La economía petrolera tiene un impacto negativo frente a la economía campesina y la agricultura. Esto se denomina “la maldición de los recursos” o “la paradoja de la abundancia”, un tema extenso en las Ciencias Sociales que precisamente estudia cómo en lugares tan ricos en recursos es donde hay más pobreza, desigualdad y crisis social.
Por los salarios que ofrece, que no son altos pero que ante la crisis actual del campo resultan una opción para muchos, la petrolera se convierte en el único trabajo posible. Esto implica que la agricultura sea abandonada y que se ponga en riesgo la seguridad alimentaria y la agricultura familiar. Ahora bien, se genera una dependencia a la economía petrolera que, ante el desplome de los precios del crudo o el fin de las actividades, la economía local va a quedar seriamente afectada.
La agricultura familiar y la soberanía alimentaria serían fuertemente afectados con la incursión petrolera.
Aunado a estas afectaciones de tipo económico, el costo de vida va a aumentar porque ahora el mercado va a estar dado por los salarios de los petroleros. Va a haber una presión demográfica, en cinco o diez años la población se puede duplicar (Zuluaga, 2012: p.53). Va a haber un aumento de la población flotante, sin arraigo por el territorio, con todas las consecuencias que esto tiene. Esto sin contar que ante la aparición de la economía petrolera suele haber un resquebrajamiento de los modelos culturales campesinos, afros e indígenas. Los hijos ya no querrán seguir a los padres que van a lomo de caballo, ahora querrán ser petroleros para andar en Toyotas.
En términos sociales, la economía petrolera genera prostitución, enfermedades de transmisión sexual, conflictos asociados al consumo de alcohol y aumento de la delincuencia, como ya se ha denunciado en San Vicente del Caguán.
En términos políticos, ante una institucionalidad local débil, la economía petrolera puede generar aumento de la corrupción, sobornos y despilfarro de dineros públicos, como ya es conocido en departamentos como Casanare.
Para el caso de Valparaíso vale recordar que las comunidades asentadas en el territorio que pretende la petrolera han sido víctimas del conflicto armado. Hasta hace poco tiempo retornaron a sus tierras acompañadas por el Departamento para la Prosperidad Social (DPS) con el programa Familias en sus tierras. Los riesgos que genera la incursión petrolera, el hecho de que en este momento estén bajo la amenaza de la fuerza pública de entrar la maquinaria de la petrolera a la fuerza, hace que ya sean un población revictimizada.
A esto se le suma el posible aumento del conflicto armado. Pues la llegada de empresas de este tipo genera amenazas, atentados y extorsiones por parte de grupos armados paralelo al aumento de la militarización bajo la excusa de prestar seguridad. En este ambiente enrarecido las víctimas han sido siempre los pobladores que defienden sus derechos.
Las petroleras entran con el argumento de que van a traer desarrollo. Habría que preguntarse ¿Cuál es el desarrollo que la industria petrolera le ha traído a departamentos como Putumayo, Arauca o Casanare después de décadas de economía petrolera? El Caquetá está a tiempo de evitar peores desastres ambientales y sociales a futuro, sobre todo considerando que el interés no termina en Valparaíso, el 42% del área total del departamento que puede ser habitado está adjudicado a la explotación petrolera (Díaz, 2015). De nuevo, esta lucha no concierne sólo a Valparaíso.
La petrolera y parte de la institucionalidad se amparan en la idea de que la incursión de la Emerald está protegida por la ley. Sin embargo, la norma de normas, la Constitución de 1991, ampara el derecho de los campesinos a participar en las decisiones que afectan su medio ambiente (Art. 79) y a los municipios a regular el uso de sus suelos. (Art. 313) (¿Cómo se puede llegar al subsuelo sin pasar por el suelo? ). Además Colombia es una república unitaria, descentralizada y con autonomía de sus entidades territoriales (Art. 1). Así, por más decretos y códigos mineros (que, a propósito, están actualmente demandados) el gobierno nacional no puede imponer ninguna política a los territorios. Por eso, hacemos un llamado a la institucionalidad local del Caquetá (gobernadora, alcaldes, diputados, concejales, congresistas) a que se sumen, como lo han hecho los concejales de Valparaíso, a acompañar las reivindicaciones de sus comunidades que es de donde emana la autoridad de la que están investidos. Ninguna ley es eterna y es la sociedad la que las formula. Por su parte, seguimos perplejos ante el papel de Corpoamazonía, quien como autoridad ambiental tiene potestad para sustraer áreas de explotación minera pero no asistió a la última reunión donde se discutía el tema.
Bibliografía
Castro, Hernando (2012), “Política minero energética”, Memorias del Primer Foro Petrolero. La Explotación Petrolera en el Caquetá: Leyes, riesgos, ventajas y compromisos. Observatorio de Realidad. Secretariado Nacional de Pastoral Social Cáritas Colombiana. http://www.colombiapuntomedio.com/Portals/0/Archivos2013/Biblioteca2013/explotación_petrolera_Caquetá.pdf
Díaz, Karla, “Petróleo y acumulación en el Caquetá: Una mirada al proyecto de expansión de la economía extractiva en la Amazonía colombiana”. En AlaOrilladelRío.com http://www.alaorilladelrio.com/economia-y-sociedad/petroleo-y-acumulacion-en.html
Zuluaga, Paula (2012), “Política de Regalías”, Memorias del Primer Foro Petrolero. La Explotación Petrolera en el Caquetá: Leyes, riesgos, ventajas y compromisos. Observatorio de Realidad. Secretariado Nacional de Pastoral Social Cáritas Colombiana. http://www.colombiapuntomedio.com/Portals/0/Archivos2013/Biblioteca2013/explotación_petrolera_Caquetá.pdf
Si quiere conocer más sobre la explotación petrolera en el Caquetá, revisar las memorias del Primer Foro de Explotación Petrolera. La Explotación Petrolera en el Caquetá. http://www.colombiapuntomedio.com/Portals/0/Archivos2013/Biblioteca2013/explotación_petrolera_Caquetá
[1]http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/ndetalle/article/servicios-ambientales-del-caqueta-desaparecerian-en-diez-anos-1.html