Estudios Koreguajes, por Carlos Dupont Moreno. (I)

A continuación presentamos la primera parte de un tesoro histórico escrito por el profesor Carlos Dupont Moreno, de un carácter urgente, infinito, generoso y sentido. Este investigador y etnolingüista comparte este documento, escrito desde Cali en enero del 2021, para la memoria, la vida, la conversación y la discusión histórica de los pueblos pasados, presentes y futuros del Caquetá. Agradecemos y celebramos poder leer y aprender de quienes han guiado la investigación seria y comprometida de nuestra región.

Vamos a hacer entregas del documento que puede ser descargado completo en la liga al final de cada una de las entregas.

 

 

Carlos Dupont Moreno*

Inicios de la experiencia investigativa

 

Adquirimos nuestros primeros conocimientos sobre lenguas amerindias en el Seminario de la lengua huitoto-murui, dirigido por el profesor Carlos Patiño Rosselli con la colaboración del indígena Jitoma Safiama. El Seminario tuvo lugar a comienzos de los años setenta (70) y se ofreció en particular a profesores adscritos a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Las diferencias estructurales entre esta lengua nativa y las lenguas indoeuropeas que conocíamos nos despertaron el interés por el estudio de las lenguas indígenas existentes en Colombia; sólo tenidas en cuenta, hasta la época, por etnólogos y lingüistas extranjeros o por misioneros católicos y evangélicos, con fines de adoctrinamiento religioso.
Con la finalidad de dar comienzo a estas investigaciones, contactamos a Edmundo Herrera, exalumno de la Carrera de Filología e Idiomas en la Universidad Nacional, para la época profesor del Instituto Universitario Surcolombiano de Florencia (Caquetá). En vías de concretar algunas actividades investigativas preliminares, viajamos a Florencia en julio de 1975 para informarnos sobre las posibilidades de iniciar trabajos con alguna de las lenguas de la región. En efecto, el profesor Herrera tenía conocimiento acerca de una etnia amazónica poco contactada, con excepción de una orden de misioneros italianos: los koreguajes. En su compañía, tomamos una canoa en Venecia, puerto cercano a Florencia, y descendimos por el río Orteguaza, afluente del río Caquetá, hasta el asentamiento koreguaje de San Luis, situado en proximidades de la base aérea militar de Tres Esquinas.
Para llegar al sitio final de destino, tuvimos que descender de la canoa en un barranco a la orilla del río y caminar un corto trayecto por una trocha angosta, en medio de una espesa vegetación. Ya en el poblado, deshabitado a primera vista, empezamos a observar rostros tras las hendiduras de las paredes en bahareque de las malocas. Al parecer, nuestra presencia era extraña e inesperada en esta comunidad. Nos dirigimos a una vivienda deshabitada, la escuela, y allí dejamos nuestros equipajes y provisiones. Al poco tiempo, vimos como fueron apareciendo algunos indígenas realizando varias actividades: niños jugando en una planada cercana a una pequeña laguna de aguas oscuras; mujeres lavando ropa y otras rallando yuca para la elaboración de las grandes tortas de casabe colocadas sobre los techos de palma de las malocas; una anciana estaba atareada tensando y entretejiendo fibras de palma de cumare sostenidas desde la punta de uno de los dedos de sus pies hasta sus manos. La ausencia de hombres en el poblado era notoria.
Después de algunos días de observar, y también de ser observados, tuvimos la oportunidad de hacer un primer contacto con la gente, muy ocasionalmente. Se jugaba un partido de fútbol en la planada con la participación de niños y mujeres jóvenes, en medio de un aguacero torrencial. Los participantes en el juego no se incomodaron cuando ingresamos a él sin su consentimiento, pero tardamos un buen tiempo en ser tenidos en cuenta. Sentimos un gesto momentáneo de aceptación al lanzarnos el balón. Luego de transcurridos varios días sin que ocurriera nada especial, recibimos la visita de un indígena quien se presentó como Agustín Bolaños, el músico de la comunidad. Agustín, nuestro anfitrión de ahí en adelante, nos llevó a conocer los alrededores del poblado en donde estaban ubicadas las chagras o terrenos de cultivo y un pequeño sembrado de matas de coca; planta de uso tradicional, cuyas hojas se mezclaban con ceniza de palma de cumare para la elaboración del mambe en las comunidades amazónicas.
Nuestra estadía se prolongó por algunos días y así nos pudimos enterar de otras prácticas productivas comunitarias, básicas para la supervivencia de las cuatro o cinco familias, o linajes, asentadas en San Luis: la recolección de frutos silvestres y de huevos de tortugas charapas en el verano; la pesca con arpón y atarraya; la elaboración de arcos y flechas en madera de chonta para la cacería, etc. En este primer contacto con los koreguajes, pudimos conocer someramente algunos rasgos étnicos generales: hábitos, usos, costumbres, elementos de la vida material, etc. La expresión cultural de mayor relevancia para nosotros, lingüistas, lo constituyó el hecho de escucharlos interactuar en todo momento en su lengua vernácula, lo cual nos motivó aún más a emprender estos estudios.

 

* Investigador, etnolingüista, profesor de la Universidad Nacional de Colombia.

 

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