Una frontera imperial llamada Amazonia: legados de Juan Bosch

Discurso de nuestra investigadora Estefanía Ciro en la entrega del Premio Juan Bosch de la Unesco en la Universidad de los Andes el 23 de Julio del 2018.

 

“El Caribe está entre los lugares de la tierra que han sido destinados por su posición geográfica y su naturaleza privilegiada para ser fronteras de dos o más imperios. Ese destino lo ha hecho objeto de la codicia de los poderes más grandes de Occidente y teatro de la violencia desatada entre ellos”.

Esta seguramente es una cita que el pueblo dominicano ya debe conocer de memoria, y en este momento la hago mía como saludo de bienvenida.

Yo me dedico al estudio de la Amazonia, de su gente y de sus tierras y- como se refirió el maestro Juan Bosch a su amado Caribe, al análisis de las fuerzas ciegas, crueles y explotadoras que la agobian.

La cordillera oriental colombiana, donde nace el río San Pedro, en el lugar en el que nací y crecí- nutre los ríos que se convierten en uno: el gran río Amazonas. Este desemboca sus aguas al sur del Caribe, con voces, mensajes e historia.

Estoy interesada ahora en que el Caribe y la Amazonia puedan dialogar como las “fronteras de cinco siglos” de las que habló el maestro Bosch ya que compartimos entre sus aguas ese desasosiego, como poéticamente definió a ese sentir de la sangre y la esperanza de nuestra América.

Reclamaba para la Historia que fue en el Caribe donde se inició y culminó el primer proceso de independencia de toda la región, en Haití ante los franceses, pero también donde se había dado el último proceso de independencia de Cuba en 1959 ante los Estados Unidos. La obra del profesor Bosch es pionera en explicar que el presente, el futuro y las luchas en el Caribe no pueden ser entendidas sin comprender esta región como una frontera imperial de cinco siglos, al resistir varios imperios y ser teatro de guerra de las luchas e intereses entre esos mismos.

La Amazonia es otra frontera imperial; una región de disputa de las fuerzas de la colonización, violencia y el capital; la explotación de la quina que les permitió colonizar el trópico; la siringa en Bolivia, Perú y Colombia que permitió crecer la industria automotriz; las planicies selváticas deforestadas para la gran propiedad ganadera y la mano de obra campesina en los proyectos de colonización dirigidos en los Andes ejecutados por el Banco Mundial o el Banco Interamericano que resultaron en el modelo de ganadería extensiva.

Entrega del Premio Juan Bosch de la UNESCO en el Salón de Rectoría de la Universidad de los Andes. 23 de Julio del 2018. Foto Universidad de los Andes.

Los árboles han sido centrales en este proceso extractivista. Aprendimos de los viajes de Richard Schultes, pero también lo hicieron los imperios; del erythroxylum coca identificó sus recorridos milenarios para entender sus transformaciones genéticas y muchas más cosas que es necesario entender.

Posteriormente, la Amazonia ha sido determinada y determinante en la expansión de la economía de la cocaína por las tierras bajas y las regiones piemontanas andino-amazónicas como parte de un mercado global de las drogas que teje un camino subterráneo entre las y los cultivadores con el consumidor en las fiestas de Nueva York o Londres. También los acerca a las condiciones de explotación, estigmatización y violencia que se viven en los guettos de las principales ciudades estadounidenses.

Traslapado a cada una de estas economías extractivas, se monta el modelo de extracción minera y petrolera que a cuenta gotas llegó en el siglo XX pero que en este nuevo siglo arrecia; actualmente todo el Caquetá está dividido en más de 40 bloques petroleros.

El maestro Bosch señaló la historia del Caribe – y yo le sumo de la Amazonia– no se encierra en sí misma, son geografías globales de extracción como dijo Sassen.

Volvamos al desasosiego. Las geografías de extracción implican varias cosas, entre ellas, falta de sosiego, de paz. Los caucheros masacraron pueblos indígenas enteros, cuyos nietos están entre este público como testimonio. Los guettos en las ciudades estadounidenses donde sus poblaciones alcanzan esperanzas de vida de apenas 30 o 40 años, dialogan con otras tierras, en la punta de la cadena de la política prohibicionista de drogas, los territorios cocaleros. La política contra las drogas es un política imperial y del capital, por lo que reproduce la desposesión.

En 2012 se cumplieron 100 años del primer tratado internacional contra las drogas, denominado la Convención Internacional de La Haya contra el Opio. Las Naciones Unidas han establecido el marco legal de la prohibición del mercado de las drogas en el mundo. En Colombia, el programa más representativo es el Plan Colombia, firmado hace 20 años exactamente.

En el Caquetá la gente aún recuerda el nefasto 2004, cuando se desplazó a la gente de la Unión Peneya y de Peñas Coloradas, en los bombardeos cotidianos que sentían en sus fincas, en el fuego cruzado y en la incursión paramilitar que nos dejó el horror de la escuela de Puerto Torres convertida en centro de torturas y desapariciones.

La Montañita- Caquetá.

 

El desasosiego de la Amazonia en los tiempos de “la lucha contra las drogas” se vive como continuum extractivista que encuentra en las crisis irresueltas de la colonización, la política agrícola y los intereses sobre las tierras caqueteñas una expresión del despojo más efectivo de nuestros tiempos: permitir las condiciones de reproducción de un grupo campesino al ser desprovisto de toda garantía económica, social y política y a la par hacerla objeto de estigmatización y de violencia. Como la serpiente que se alimenta de su cola, esta política imperial estrictamente cumplida en el Caquetá se alimenta de sí misma, crea al “criminal” y así justifica el ejercicio de la violencia sobre él. 

“La coca no tiene TLC” me respondió un campesino cultivador de coca cuando conversábamos sobre por qué cultivaba. Sassen señala que el cambio a una era de privatizaciones llevó a una dinámica brutal y compleja que expulsa gente hacia fuera: se han desalojado 220 millones de hectáreas de tierra que antes pertenecían a campesinos, adquiridas ahora por la inversión extranjera y los gobiernos desde el 2006.

Lo que ha habido a lo largo de estas décadas es un proceso de destrucción de los de la producción campesina y de la soberanía alimentaria, que hace de la colonización amazónica en el contexto de la política prohibicionista de drogas un círculo perverso de vulnerabilidad.

Un mito recurrente en la comprensión de la economía de la coca es que la llevan a cabo sujetos nómadas, es una economía móvil, que migra. No creo que sea una característica de esta economía, creo que la política prohibicionista de las drogas por medio de la estigmatización y la violencia, obligan a la movilidad constante a una población sujeta al despojo.

En la Amazonia se experimenta otro tipo de poder estatal que la ha imaginado como la tierra aislada, sin gente, sin ley y sin estado. Pero aparentando o no, el estado colombiano ha estado desde principios del siglo sea administrando por delegación o por concesión o fumigando y tanto así que ha sido el rector en la distribución desigual de garantías sociales, políticas y económicas en el Caquetá. La crisis vial actual impide llegar al departamento por tierra y no permite entrar a cinco capitales municipales. Impulsa un modelo ganadero extensivo y desata una guerra contra 12 mil hectáreas de coca, mientras se tienen 1 millón en pastos de ganadería extensiva.

Cordera  habla de la necesidad de recuperar el estado para modificar los términos de intercambio entre la economía y la sociedad a favor de la segunda, como el eje de la cuestión social actual. ¿Qué tipo de política pública debe reemplazar la política global prohibicionista de drogas?¿qué tipo de actores deben estar involucrados? La cuestión la establece Cordera como la necesidad de una profunda reforma del estado en, desde, a través y frente al él mismo.

De esto trata la cuestión rural cocalera, trata de entender por qué las movilizaciones campesinas cíclicas de 1977, 1986, 1996, 2013 en el Caquetá demandan lo mismo hace tanto tiempo. Esta investigación articuló una reflexión sobre la exclusión rural, la experiencia de la “ilegalidad” y la cuestión agraria amazónica desde la vida de los y las mujeres en territorios cocaleros. Hace un llamado para dejar de entender este fenómeno desde la erradicación, la sustitución o desde la criminalización, y exige abordarlo mejor desde la transformación rural, que hace necesario imponer la narrativa de la gradualidad, de la soberanía agraria para lo cual las y los estudiosos, protagonistas y conocedores del campo latinoamericano deben estar preparados y por eso aquí nos atrevimos a invitarlos.

Es urgente detener el despojo cíclico de los cultivadores de hoja de coca y demandar un cambio en las prácticas del estado que los vulneran. Esto implica la regularización del mercado: que las rentas privadas pasen a las arcas públicas. A su vez urge un cambio en la percepción de la relación fantástica que siempre han tenido nuestros pueblos latinoamericanos con la coca. Como dijo el maestro Bosch, ya ha sido demasiado tiempo bajo el signo trágico que les imponen los poderosos a las fronteras imperiales.

Al pueblo dominicano, agradezco su generosidad y el orgullo del legado de Juan Bosch para América Latina.

Sra Audrey Azulay, representantes de la Comisión UNESCO y de nuestro pueblo hermano República Dominicana, a la Cancillería colombiana y representantes, agradezco la posibilidad de ser leída, escuchada y celebrada.

Yo agradezco a la Universidad de los Andes, porque entre las escaleras hilé amistades eternas y forjé mis convicciones políticas, mi formación económica y mi convencimiento en nuestra responsabilidades con el país. Tengo una deuda infinita con una de sus mejores maestras Decsi Arévalo y el orgullo de haber sido la capitana del equipo de voleibol por tantos años. No deja de sentirse extraña esta celebración y recordar todo lo que crecí entre esta falda.

Yo agradezco a los miembros del jurado, Saskia Sassen, Rolando Cordera y Juan Luis Cebrián por privilegiar este análisis en estos momentos de tanto desasosiego pero a la vez de esperanza.

Yo agradezco a mi comité tutoral, Cristina Bayón, Hubert Carton de Grammont, Adrián Sotelo, María Clemencia Ramírez y Salvador Maldonado por haber comprendido mis impulsos, haberlos cultivado, dirigido y empoderado. Ahora releo mi trabajo y uno los puntos que cada uno señaló como un camino aparentemente ciego pero que ahora tiene mucho más sentido que el que percibía.

Yo agradezco a CONACYT México y a la Universidad Nacional Autónoma de México porque me dieron una educación gratuita, una manutención y la confianza para apoyar a una extranjera en su sistema educativo con los mismos derechos que una ciudadana mexicana. Como mexicana que soy ahora, defenderé la posibilidad de una educación digna y pública para todos y todas en cualquier lugar del mundo.

Yo agradezco a los compañeros y compañeras caqueteñas que me acompañaron en los caminos. Yo he emprendido nuevas preguntas, y en el camino tengo más compañeros y compañeras a mi lado. A ellos también les agradezco. A Don Fernando por su ejemplo, tenacidad y compromiso. Honro sus profundas e imperceptibles tristezas.

La coca florecida en una parcela en el norte del Caquetá, sobre la cordillera. A diferencia del “plan”- como se conocen las planicies del departamento- otras semillas y otros rendimientos se dan en la montaña. Está pendiente fomentar diversos usos y financiar nuevos estudios sobre esta planta. Foto: Estefanía Ciro.

 

Agradezco a mi familia- política e <impolítica>- porque fui estudiante de doctorado y madre a la vez y sin su apoyo, nunca hubiera podido extender el día más horas de lo establecido.

Agradezco a mi compañero por insistir en que valía la pena en las horas mas difíciles y a hija porque ha sido mi canastico de saberes.

 

Don Alirio murió de una embolia a unos metros del mismo árbol donde conversamos algunos meses atrás. Murió cuando iba camino a su parcela, a tres horas de camino subiendo la cordillera. Lo encontraron a unos metros de donde hablamos, sentado debajo de un árbol, descansando. Tenía más de 70 años y desde los seis salió de su casa en el Tolima a buscar la vida después de que su madre murió y su madrastra la asesinaron en La Violencia. A los 20 años supo que su padre estaba en el Caquetá y se vino a buscarlo, lo encontró y vivió cerca de él hasta que su padre murió. Se convirtió en un poblador del campo caqueteño, tenía sus animales, cultivaba lo del pancoger y claro, tenía sus maticas de coca. Cuando hablamos meses antes, estaba contento porque por fin iba a tener papeles de su tierra y pensaba sacar un crédito para invertir en su finca. Todos los domingos bajaba y subía esa montaña por 3 horas para traer la remesa. Su casa tenía una vista única del paisaje caqueteño: miles de hectáreas deforestadas en las luchas por la tierra caqueteña.

Para don Alirio y cada uno de las mujeres y hombres que se han dedicado a cultivar y procesar coca y que han sido tercos en su deseo de permanecer en el campo caqueteño, resistiendo la violencia brutal de una política global anti-drogas sin sentido, la miseria a la que han sido arrinconados por las políticas agrarias del país y la persecución del estado colombiano que no ha sabido ni ha querido entender la colonización amazónica. Que su orgullo perviva por encima del estigma.

 

La gratitud colombo-mexicana.

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