El desarrollo, la utopía, el incansable Sísifo y el telar de Penélope

Un judío con nombre de poeta y nacionalizado estadounidense, dijo que se podía llegar al mismo nivel de vida de los países desarrollados, si se atravesaban las etapas que iban hasta allí desde el subdesarrollo. Esta promesa, pretende ser la reivindicación pacífica a los pobres expoliados, violados, asesinados. Sugiere que no es necesaria la revolución ni la emancipación ni la arenga. En síntesis, en su punto más fino, mito y desarrollo se parecen: se hilan por la misma hebra del juramento; de la utopía a cumplirse. Hay que meditar, si no es por esta similitud de espíritu que las emparenta, que se encuentran tan arraigadas en América Latina.

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Jhosman Barbosa*

Era Penélope en su telar, la menos animada de la casa en dar fin al hilado. Desbarataba la tarea, poca o mucha, dando tiempo al arribo de Odiseo.

Obstinado y esperanzado, Sísifo ve la cima y creyendo ya coronarla, de repente ésta, por enésima vez, se aleja.

Un indo americano dijo: Yo moriré, pero volveré y seré millones. Esta frase encarna un principio de utopía, mediante una suerte de venganza o equiparación numérica entre explotador y subsumido. Tal vez, porque a falta del ‘valor agregado’ que contiene un solo fisto o mosquete de pólvora para matar a cientos, el número es ‘competencia’; así como lo es la primario-exportación, efectuada en millones de…

Un judío con nombre de poeta y nacionalizado estadounidense, dijo que se podía llegar al mismo nivel de vida de los países desarrollados, si se atravesaban las etapas que iban hasta allí desde el subdesarrollo. Esta promesa, pretende ser la reivindicación pacífica a los pobres expoliados, violados, asesinados. Sugiere que no es necesaria la revolución ni la emancipación ni la arenga. En síntesis, en su punto más fino, mito y desarrollo se parecen: se hilan por la misma hebra del juramento; de la utopía a cumplirse. Hay que meditar, si no es por esta similitud de espíritu que las emparenta, que se encuentran tan arraigadas en América Latina.

Lo cierto es que cada vez hay más indo americanos asesinados o trans-culturados y si quisiéramos cumplir la promesa del regreso de los millones para abrazar el mito habría que tener en cuenta no sólo la herencia del asesinado Tupac, sino complementarla de más razas y clases. Pero que hayan millones, ¿qué resuelve?

También podemos forzar, y de hecho se hace con frecuencia, el éxito del desarrollo. El índice per cápita, evidencia el arribo próximo a niveles de desarrollo, con unos dólares por habitante al año. Pero la cuenta, como se sabe, no dio, era engañosa. Así, el Índice de Desarrollo Humano llegó para salvar el mito moderno del desarrollo en aras de avanzar sobre la utopía.

Ni a Penélope le interesaba terminar el tejido, a la montaña dejarse alcanzar en su cima, ni al desarrollo le interesa dejarse atrapar del subdesarrollo; porque el cierre completo de tal brecha, significa la síntesis y por ende la muerte del primero y claro, del segundo. Una premisa de toda utopía, consiste en estar exenta de cumplimiento y por el contrario, es el incesante e infructuoso arribo al logro total, lo que la identifica. Un Plan Nacional de Desarrollo, PND, es un Aplazamiento Nacional de Desarrollo, AND.

América Latina no necesita de la utopía. En cualquiera de los dos sentidos que la ha vivenciado, le ha perjudicado. No es el ensueño indígena ni la mentira occidental quienes le darán condiciones de vida, saludables, dignas. El mito del desarrollo supo interpretar esta capacidad latinoamericana de soñar. Se sembró en tierra fértil. Poco a poco, iremos eliminando todas las utopías, para poder vivir un presente con certeza de futuro.

*Historiador Universidad Nacional de Colombia. Magister en Estudios Latinoamericanos UNAM, México, quien actualmente efectúa estudios de doctorado en el Centro de Estudios del Desarrollo Económico y Social CEDES-BUAP, Puebla, México

Fotografía de portada: Estefanía Ciro

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