Gramáticas del estado: Amazonia sin guerra y sin paz

Reuniones de campesinos y campesinas con funcionarios del programa de sustitución de coca, la llegada de la OEA, de las Naciones Unidas, de los cooperantes de los países bálticos, las escasas pedagogías sobre la implementación de los acuerdos y los lenguajes en estas transiciones, la apropiación de lenguajes por parte de los militantes de las FARC que hacen trabajo político y el éxito o fracaso de espacios de reconciliación o diálogo público en la Amazonia hacen parte de la nueva parafernalia en tiempos de “paz”. Los acuerdos y su implementación ocupan un lugar en la formación del estado en la Amazonia colombiana, y por supuesto, en la constitución de unas prácticas del estado y por ende de la configuración de un tipo de ciudadano o de ciudadana. ¿Qué herramientas teóricas existen para abordar estos procesos? ¿Cómo empezar a darle forma a este tsunami de aparentes transformaciones y la necesidad de iluminar en ellas también las continuidades?

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Estefanía Ciro*

Reseña de:

Bayart, Jean- François. 2011. África en el espejo. Colonización, criminalidad y estado. Fondo de Cultura Económica, México

 

 

Colonización, crimen y estado en África.

 

Estado, criminalidad y colonización en África son los tres ejes de análisis que Jean-François Bayart aborda en su libro África en el Espejo, colonización, criminalidad y estado libro que contiene tres ensayos: África en el mundo: una historia de extroversión; el crimen transnacional y la formación del Estado; y los enojados (y enojadas) de los estudios poscoloniales. Estos tres textos son ensayos que refieren a discusiones teóricas, debates académicos y posiciones políticas en torno a la relación de África con el mundo, y que involucra principalmente la escuela de estudios sociales francés en relación con África.

El primer ensayo desarrolla un debate con la teoría de la dependencia sobre el lugar de África en el sistema económico mundial y las conexiones argumentativas que llevan a imponer varios supuestos, como el del estado africano fallido y la marginalidad africana. Por el contrario, propone el concepto de estrategias de extroversión, como una interfaz que explica el lugar de África en la dinámica de acumulación del capital global. Posteriormente hace un análisis de las instituciones sociales de la globalización y su papel en la configuración de un tipo específico de prácticas y sujetos en el marco de la colonización. Es una aproximación a la historia de África desde su heterogeneidad y diversidad, más que del unísono golpeteo con el que la historia occidental entiende lo que está por fuera de sus fronteras.

El segundo ensayo propone romper con la dicotomía estado- no estado, legal e ilegal o mercados lícitos y mercados ilícitos para entender lo que señala como la criminalización del estado, que se preocupa por separarse por los conceptos que abundan en las investigaciones sobre seguridad pública como el estado criminal, del crimen organizado, conceptos que guardan más ambivalencias que herramientas de comprensión. Para ello plantea la criminalidad como parte del proceso de construcción del estado.

El tercer ensayo responde a un debate con la academia de investigación social francesa sobre el poscolonialismo, frente a trabajos anteriores y el análisis del concepto “poscolonial” por diversas tendencias. En una inmersión a los debates, autores y publicaciones francesas sobre su relación con la colonialidad se acerca el lector a los matices de las múltiples formas en que aún las sociedades europeas se piensan en referencia con África en el siglo XXI.

 

Diálogo sur-sur: los corazones en las tinieblas

 

De la lectura amena por los varios ejemplos históricos, discusiones y de profundidad teórica, este texto ofrece primero las conexiones históricas, políticas y coloniales que comparten América Latina y África, muchas veces hechas invisibles por la academia que busca en las experiencias europeas o anglosajonas tipos ideales o trayectorias deseadas para las “crisis de los estados” del Tercer Mundo. Esos diálogos sur-sur son centrales para evidenciar las (dis) continuidades, las diferencias y las similitudes en las colonizaciones de ambos territorios; una colonización por demás multidimensional, multiforme y con variedad de trayectorias.

De otro lado, un ejercicio central de discusión es el lugar de África en el sistema global. Más allá de ocupar un lugar en las márgenes, de ser un estado “no desarrollado”, de hacer parte de unas relaciones de dependencia estáticas y ahistóricas, lo que defiende Bayart son las múltiples formas en las que- al contrario de aislamiento- África ha aumentado las formas de conexión con las economías y dinámicas globales. Es así que el estudio de la dependencia no debe reducirse al estudio de las relaciones subordinadas de un actor bajo otro, como si África fuera ajena al mundo- o la Amazonia-, sino como consustancial a la trayectoria histórica regional (p 50). Yo agregaría que la globalización no es una gota que se derrama sobre un mapa sino la alteración orgánica de las sociedades en relación con la dominación, el papel del estado y la acumulación del capital.

El diálogo de esta sociohistoria del estado en el África y en la Amazonia es enriquecedor en la medida en que varios imaginarios – tierra sin gente, tierra sin ley, tierra aislada– son triadas que deben ser cuestionadas porque funcionan allá y acá para legitimar cualquier ejercicio de fuerza en la población de la Amazonia. También sirven para justificar también la falta de garantías constitucionales. Y no son imaginarios del siglo XIX, sino que perviven en el conocimiento aún financiado por el estado colombiano; un reporte del Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la República del 2013 escribe acerca de la región amazónica colombiana,

 

“El comportamiento de los indicadores sugiere que se trata de una de las regiones menos prósperas de Colombia, lo que se ha traducido en condiciones de vida inferiores a las del resto del país. Al indagar por los factores explicativos de este rezago, se argumenta que el aislamiento geográfico y económico de la Amazonia colombiana ha limitado la conformación de economías regionales que potencialicen el crecimiento económico” (Meisel, Bonilla, Sánchez, 2013).

 

Por ejemplo, la insistencia del aislamiento en relación con el rezago económico  esconde que el Caquetá es una de las cuencas ganaderas más importantes del país y que además la Amazonia colombiana produce un porcentaje representativo de la economía de la coca.  Además, que esta región posee departamentos – como el Guaviare y el Caquetá- que tienen su superficie cubierta más del 70% de bosques y que el piedemonte amazónico es fundamental para el mantenimiento de la cuenca hidrológica de la Amazonia, entre muchas otras.

En esta región se intersectan espacios de producción de petróleo, de extracción de minerales, de biodiversidad biológica pero también cultural, y de reservas de agua de la humanidad, centrales para el mantenimiento de la vida en el planeta. Esta idea de “aislamiento” es  funcional para el extractivismo ya que esconde la masiva intervención militar en el territorio- dos bases de alta tecnología con presencia estadounidense y las fuerzas de tareas-, disimula la invasión masiva de ONGs de todo tipo – política pública, derechos humanos, ambientales, indígenas, de género, desarrollo rural, etc- o malinterpreta un fenómeno de deforestación que articula despojo, acaparamiento y colonización forzada de tierras, entre otras cosas. Todo esto desvía la atención de la tarea principal: desentrañar el nudo orgánico de acumulación de capital, poder y papel del estado que moldea espacios y sujetos. Por el contrario, todo este teatro reduce el análisis a la integración de la región al sistema económico global, que por lo demás, supone algo que todavía no está probado: que el sistema global económico es transparente, próspero, equitativo y nos lleva al éxito.

 

Y el estado ahí

 

Una segunda idea importante es el de las estrategias y prácticas de extroversión, que rompen la dicotomía del dominador y los dominados, y convoca al estudio de la formación de sujetos funcionales al colonizador. Esto no reduce el poder violento y cruel de la colonización sino que agrega también el papel de grupos, poblaciones, hombres y mujeres de los territorios coloniales que permitieron la movilización de recursos y de relaciones de clase para la explotación de las colonias. Las y los pobladores de estas tierras también usaron las imposiciones externas, y se acomodaron en las dinámicas de extracción y guerra. Esta puede ser militar, pero también a través del juego con la “ayuda extranjera” o “cooperación internacional”, y la administración de la dependencia.

Por supuesto, el vector de poder siempre llevará a la formación del estado, a las formas de ejercicio del poder estatal. Así como Bayart lo muestra en la historia de África, los inicios de la expansión del estado en el Caquetá muestran cómo se consolida una élite regional cauchera-ganadera-misional que funge como bisagra de autoridad entre la nación y lo local. A principios del siglo, los primeros decretos fundacionales, las primeras órdenes sobre ingresos y gastos, la administración pública y preocupaciones “públicas”, muestran la configuración de estas élites; por ejemplo, el cambio de caminos de las familias caucheras por grandes extensiones de tierras, que fueron el germen del latifundio ganadero en el Caquetá.

Pero también en la actualidad representa un reto. El Plan Colombia cumple 20 años y significó no solo una política de fuerza militar sino una política de desmovilización política pasiva bajo la batuta de USAID que junto con la campaña de Plan Consolidación, hicieron más sofisticadas y más sutiles las estrategias de cooptación política de grupos sociales, comunidades, hombres y mujeres. La expansión de la “proyectitis”, del cortoplacismo de la política pública, de la legalización de recursos y las firmas de asistencia, de la presentación de informes, de la negociación “apolítica” de las cuestiones públicas crearon no solo un tipo de relaciones y políticas sino también de sujetos que han sido reciclados desde el Plan Colombia a las oficinas de implementación de los acuerdos en la actualidad.

Esta “administración por concesión” que ha ejercicio el gobierno colombiano en estas regiones – de las misiones consolatas y capuchinas y católicas en general que hasta hace muy poco aún seguía controlando la educación rural en el departamento- a la “administración por delegación”, en la que participan USAID y ahora con la implementación de los acuerdos de paz, cientos de ONG´s, fundaciones y la cooperación europea que se ha sumado al baile.

Para todos ellos se ha creado el funcionario, el redactor de proyectos y el ejecutor que conoce los pasos para hablar tanto con las comunidades como con la cooperación y las autoridades locales. Estas gramáticas de la extroversión y de la dependencia aún están en deuda de ser profundizadas, teniendo en cuenta que parte del éxito o fracaso de la implementación de los acuerdos recae en la transformación de las prácticas del estado en las regiones en conflicto, es decir, de justo el tipo de prácticas que se están reproduciendo exponencialmente en este periodo pos-Plan Colombia o lo que podría denominarse como una plancolombianización de la implementación de los acuerdos de paz y que responde a la necesidad de responder dónde se están quedando los fondos de transformación rural de las regiones.

El reto de las organizaciones sociales es darle la vuelta a esta lógica y convertir la implementación de los acuerdos de paz- que se ha planteado como una tarea de desmovilización política- en clave de emancipación popular, de organización, de rechazo. Rechazar las condiciones de la cooperación es una forma de dignidad; el rechazo es un nuevo modo de invención de las gramáticas que deben ir hacia la independencia, no hacia la dependencia. Encontrar nuevas formas de negociar es fundamental para sostener un ejercicio político emancipador, que debe ser el horizonte regional. Los problemas de acumulación no se resuelven con proyectos de cooperación.

Para terminar, es un valioso recordatorio a la necesidad que tiene la academia de suspender el uso o afinar los conceptos como crimen organizado, estado fallido o crimen transnacional, que siguen promoviendo la idea de la formación del estado como un conjunto de espacios dicotómicos legal/ilegal, estado/no estado, público/privado, que desvía la atención a los nudos de acumulación de capital que para funcionar no tienen en cuenta estas dicotomías.

Este ejercicio nos obliga- mejor- a distinguir por ejemplo las prácticas de la “criminalidad” que contribuyen a la formación del estado. Estas miradas menos absolutas del bueno y del malo, y del poder natural e indiscutido de los actores, son contrarias a las que se replican constantemente en medios de comunicación como la silla vacía acerca de la comprensión del fenómeno de la disidencia o la deforestación, o del conflicto armado en general, donde el actor todo poderoso ordena sobre “el territorio”, donde la legalidad del estado parece prístina y lejana al narcotráfico y a la corrupción, y donde el bien y el mal se empieza a definir entre quienes se acogen o no a los acuerdos de paz, sin reconocer todos los quiebres, matices y tensiones en el camino de la inconformidad de “la paz” que se ha venido gestando en el camino.

La revisión crítica de las nuevas narrativas de la “guerra” y de la “paz” en el pos-Plan Colombia realizada por centros de consultoría, medios de comunicación y entes gubernamentales es un ejercicio urgente para entender los riesgos inmediatos de una guerra- como la “guerra contra las drogas”- que se sostiene a voluntad y capricho de las fuerzas del orden global.

 

Cita.

 

Meisel Adolfo; Bonilla, Leonardo; Sánchez, Andrés. 2013. Geografía económica de la Amazonia colombiana. Documentos de trabajo sobre Economía Regional. Banco de la República, Cartagena de Indias. http://www.banrep.gov.co/docum/Lectura_finanzas/pdf/dtser_193.pdf

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