La construcción del “otro” en el tiempo y el espacio: una reflexión desde y hacia la academia con implicaciones en la política pública.

La antropología, concebida como la disciplina encargada del estudio de la alteridad a través de la observación de las manifestaciones sociales y culturales del hombre y las comunidades humanas en el pasado y en el presente, ha ido creando y transformando a lo largo de varios años su propio estatuto epistemológico con el cual dar cuenta de los comportamientos sociales de diversas comunidades en contextos y espacios particulares. El desarrollo de dicho estatuto ha implicado una forma específica de construcción del “otro” como objeto de investigación, donde el uso y las concepciones sobre el tiempo han jugado un papel preponderante, transformando no solo la forma en que se concibe al “otro”, sino especialmente la manera en que se construye la narrativa antropológica que da cuenta de ese “otro”.

 

Reseña de Fabian, Johannes. 2002 [1983]. El tiempo y el otro: la construcción del objeto de estudio en antropología. Columbia University Press.

 

 

 

 

 

 

Diana Marcela Moreno Guerra

 

En dirección de analizar la manera en que operan las concepciones del tiempo en la configuración de la alteridad, Johannes Fabian por medio de su texto Time and the Other. How anthropology makes its object (El tiempo y el otro. La construcción del objeto de estudio en antropología), busca cuestionar y problematizar a través de una propuesta crítica, las consecuencias teóricas y políticas del uso del tiempo en la antropología, tomando como punto de partida la contradicción que ubica a la disciplina entre el conocimiento antropológico producido durante el trabajo de campo que genera una comunicación intersubjetiva entre antropólogos e interlocutores; y la forma en que ese conocimiento etnográfico es narrado por medio de la creación de un discurso que genera distanciamiento entre investigador e investigado. Esta contradicción entre la esfera intersubjetiva del trabajo de campo y la relegación diacrónica del “otro” en los textos antropológicos, es denominada por Fabian como “uso esquizogénico del tiempo”[1].

Esa esquizogénesis en el uso del tiempo, término que profundizaré más adelante, genera condicionantes en la producción del conocimiento antropológico, hecho que es el punto de arranque de la crítica de Fabian al discurso antropológico global, debido a que considera que tal distanciamiento es la demostración clara de una toma de posición inherentemente política en la disciplina, que para el caso colombiano y en especial de la Amazonia, se traduce en una asignación de imaginarios y significados generalizados que sobre la región se construyen desde algunos entornos en las aulas académicas y se traslada desde allí a los espacios de generación de políticas públicas.

 

Las concepciones sobre el tiempo y su influencia en la construcción del “otro”

 

El tiempo al ser vivido como parte de la experiencia cotidiana, ha sido naturalizado y concebido como una noción lineal en la que todo comienza en un punto (pasado-presente) y termina en otro (futuro) y la cual es experimentada por todas las culturas de la misma manera. Sin embargo, esta noción del tiempo tal y como acaba de ser narrada, no es más que la concepción aflorada en el pensamiento europeo y sustentada en la lógica aristotélica, la cual niega (o al menos no reconoce) que “[l]as y los seres humanos producimos tiempo, aunque en la mayor parte de los casos, y en la mayor parte de las sociedades, pensamos que el tiempo es algo que está fuera de nosotros, escapando a nuestro control”[2].

 

La comprensión que se tenga sobre el tiempo (lineal, cíclico, espiral, interno, externo, etc.), permite establecer el concepto de lo que es la sociedad, las estructuras de poder y la construcción que desde allí se hace de los “otros”, produciendo tipos diferenciados de relacionamiento según los juicios de valor que se realicen. Al respecto, la antropología clásica, fiel a su vocación colonialista, parte para el estudio y análisis de los otros y su ubicación en el tiempo, desde su propio lugar de enunciación, el cual es occidental y considerado por ellos mismo (los antropólogos) como el centro de la verdad. Es decir, este tipo de antropología no observa al “otro” desde el lugar en el que éste último se encuentre y sus posibles diversas nociones del tiempo, sino que parte de las concepciones del mundo occidental de donde proviene, situando al observado en un punto inicial de desarrollo de la sociedad, en un lugar de atraso que pone al investigador en un sitial privilegiado por encima de sus observados, es decir, en un lugar de superioridad y dominación.

 

En el caso de la Amazonia en general y del Caguán en particular, esa construcción política del “otro” es transversal a los diferentes momentos y procesos colonizadores: el adelantado por la Iglesia a través de las misiones “civilizadoras” de comunidades indígenas que pretendían establecerse desde mediados del siglo XIX como actor de ordenamiento y estabilización regional; la colonización empresarial y extractiva que desde finales del siglo XIX e inicios del XX atrajo a su vez una colonización “espontánea” de campesinos pobres con altas expectativas de bienestar económico, pero limitadas por el empresariado regional y la política nacional; y finalmente, una colonización de población campesina que desde mediados del siglo XX llegó a la región, expulsados por factores económicos y de violencia de otras regiones o atraídos por las promesas de la colonización dirigida por el estado. Estos diferentes procesos colonizadores han generado la concepción, en algunos académicos y tomadores de decisiones públicas, de que la región se encuentra en un permanente “tiempo inicial” de construcción social, hecho con el cual se suele explicar el permanente atraso social, político y económico con relación a otras zonas del país como la región andina, zona más antigua y decantada como formación poblacional.

 

Desde esta nueva corriente antropológica de la cual hacen parte estudiosos como Harvey, Durkheim, Greenhouse, Bourdieu y del que Johannes Fabian presenta importantes aportes, afirman que la puesta descriptiva y discursiva que se haga del ´tiempo de los otros´, “es en sí misma una puesta en escena del poder que ´la ciencia´, en este caso la antropología, sobre otras formas de conocimiento”[3]. Es en medio de esta agitación y transformación conceptual de la que Fabian hace parte, que este antropólogo comienza a plantear la vinculación de las temporalidades con distintas sociedades y como medio de dominación, pero no lo hace a través de la caracterización del tiempo en culturas específicas, sino como una reflexión que atraviesa la historia y los efectos políticos de la comprensión cultural del tiempo en términos más generales como lo veremos a continuación.

 

Al respecto, una de las principales críticas que hace Fabian al tratamiento del tiempo utilizado por los antropólogos de la corriente clásica, pero que aplica para las demás disciplinas sociales, tiene que ver con la idea del conocimiento del tiempo como un conocimiento superior, natural y laico, pues afirma que la adopción de esta convención genera una diferenciación entre investigador e investigado que se traduce en distancia. Este atributo de naturalidad que se le atribuye al distanciamiento construido desde una lectura temporal del “otro”, puede explicarse según el autor por el mismo origen de la antropología como una disciplina fundamentalmente colonialista en la que el estudio de las sociedades, especialmente las correspondientes a las colonias europeas, son vistas desde un esquema arriba-abajo/antes-después, en las que además es necesario el uso de cierto lenguaje que denote distanciamiento temporal y un aparente dominio de unas sobre otras, al momento de la construcción narrativa sobre ellas. Al respecto Fabian asegura:

 

“Civilización, evolución, desarrollo, aculturación, modernización (y sus primos, industrialización y urbanización) son todos términos cuyo contenido conceptual se deriva, en formas que pueden ser especificadas, del tiempo evolutivo. (…) Un discurso que emplea términos como primitivo, salvaje (pero también tribal, tradicional, tercermundista, o cualquier eufemismo actual) no piensa, u observa, o estudia críticamente, al “primitivo”; piensa, observa y estudia en términos del primitivo. Siendo primitivo, en este caso, un concepto esencialmente temporal, se convierte en una categoría, no un objeto, del pensamiento occidental”[4]. (Cursiva del texto original).

 

De esta forma puede verse como la concepción del tiempo como conocimiento superior, se volvió parte integral del equipaje intelectual de la antropología. Fabian explica que este desarrollo ocurre en el siglo XIX y proviene de dos ideas principales de la Ilustración en las cuales: se percibe al tiempo como inmanente al mundo (a la naturaleza o al universo) y como consecuencia de ello, las relaciones entre las partes del mundo pueden ser entendidas como relaciones temporales, en las que opera una suerte de concepción evolucionista. De esta manera, todas las sociedades estaban irrevocablemente ubicadas en un lugar en el tiempo y ceñidos a esta noción, los esfuerzos de los antropólogos por relacionarse con el “otro” se elaboraban con/por medio de dispositivos de tiempo que implicaban la afirmación de la diferencia como distancia.

 

En gran medida la forma en que la academia ha imaginado y leído a la Amazonia colombiana como territorio salvaje, de frontera y tierra de nadie, ha establecido los procedimientos que han guiado la relación que el estado ha instaurado con los habitantes de estos territorios a través de políticas públicas que no necesariamente corresponden con la realidad regional, ya que como señala Fabian, se trata de relaciones que marcan una distancia temporal y de superioridad, a las que se suman la distancia geográfica, y que desconoce las dinámicas y procesos propios de la Amazonia. Así, el tipo de lógicas que se han desarrollado en estos territorios, están estrechamente ligadas con la forma misma en que ha sido definida la identidad regional desde el centro nacional, la cual implica una construcción discursiva de los márgenes nacionales, en el cual la academia juega un papel preponderante.

 

De esta forma, la construcción del “otro” como un sujeto distante en el tiempo y en el espacio, marginado y atrasado, ha sido funcional al estado central para sustentar su nivel de superioridad y poder e imponer sus decisiones al resto del estado regional. De esta forma, la nación se ha definido en contraposición a sus “confines”, los cuales históricamente se han visto como no intervenidos ni apropiados por la sociedad nacional, representando un problema para el control y alcance del estado, debiendo necesariamente ser “ordenados” desde el centro bajo sus normas y preceptos.

 

Como consecuencia, uno de los efectos de las interacciones es la manera desventajosa en la que se entablan las relaciones entre niveles y actores desde el estado-central, producto de una “visión” y discurso que ubica a los territorios recién integrados o en proceso de integración, como sociedades inferiores, y en el que se ubica a regiones como la amazonia en un lugar “remoto” o “periférico” con el doble objetivo de auto-consolidar su identidad como centro dominante de poder, y reducir aún más de categoría a las zonas marginales para restarles poder de negociación o estigmatizar o señalar como ilegal o fuera del estado, los procesos organizativos y de resistencia de estas últimas.

 

Aunque el evolucionismo fue rechazado por las ciencias sociales, el sostenimiento activo del mismo se siguió observando en el funcionalismo británico, el culturalismo americano y el estructuralismo francés. En el primero de ellos desde un análisis sincrónico que supone que el tiempo se congela; y en los dos últimos donde se relativiza el tiempo humano y cultural, mientras que el tiempo universal sigue siendo el tiempo de la evolución biológica.

 

De otro lado, a pesar de que es reconocido que el trabajo de campo se convirtió en una institución que consolidó a la antropología como ciencia y disciplina académica, a la vez que le dio su sello propio de personalidad y evito que se disolviera en la ilusión de la temporalidad, el uso del tiempo en la escritura de la experiencia etnográfica no escapo a los debates temporales ni a la decisión concreta de en qué tiempo narrar la vivencia experimentada. Con relación a esto Fabian menciona que existen tres usos del tiempo que se usan en momentos diferentes, pero que caracterizan la producción antropológica en general: el tiempo físico, el tiempo tipológico y el tiempo intersubjetivo.

 

El tiempo físico que sería lineal, tiene lugar en todos lados al mismo tiempo quedando el tiempo de cada lugar específico englobado en el de todo el mundo; es a su vez un parámetro o vector para describir los procesos sociales y culturales, sin que varíe culturalmente. El tiempo tipológico que no se mide linealmente sino por etapas que se suceden la una a la otra, son periodizaciones de gran escala usadas por los prehistoriadores y los arqueólogos, y que se configuran por eventos o intervalos socioculturalmente significativos. Finalmente, el tiempo intersubjetivo que no es una medida, es una dimensión constitutiva de la realidad social, es el resultado de la acción social que es tomada en cuenta en la vida cotidiana de los individuos en cada lugar.

 

Respecto del uso de estos tiempos, Fabian considera que los mismos producen complejos problemas tanto en la práctica del trabajo de campo como en el momento de la escritura, problemas a los que ha denominado como “esquizogénesis” o “uso esquizogénico del tiempo” y que explica afirmando que el antropólogo en “campo” frecuentemente utiliza concepciones de tiempo bastante diferentes a las que luego hace uso en sus reportes escritos.

 

“El argumento de Fabian está motivado por una contradicción inherente a la disciplina antropológica: por un lado, el conocimiento antropológico es producido durante el trabajo de campo a través de la comunicación intersubjetiva entre los antropólogos y los interlocutores; por otro lado, las formas tradicionales de representación etnográfica requieren la importante supresión de realidades dialógicas generando un conocimiento antropológico en el primer lugar. En los discursos objetivizantes de una antropología cienticista “El Otro”, por lo tanto, nunca aparece como socio inmediato en un intercambio cultural, si como grupos distantes espacial y, sobre todo, temporalmente. Fabian denomina esta discrepancia entre la esfera intersubjetiva del trabajo de campo, y la relegación diacrónica del Otro en los textos antropológicos, como ‘el uso esquizogénico del Tiempo'”[5].

 

Esta discordancia entre la experiencia del trabajo de campo y el distanciamiento retórico del discurso etnográfico, es la que convierte a la antropología en una disciplina inherentemente política según Fabian, porque constituye y degrada al “otro” como objeto de estudio al relegarlo temporalmente. Esta distancia temporal entre el investigador y el investigado ha sido denominada por el autor como “coevalidad” o “negación de la simultaneidad”, término con el que ilustra una situación en la que la localización jerárquicamente distanciada del “Otro”, suprime la contemporaneidad y simultaneidad del encuentro etnográfico, y que a la vez se convierte en la condición epistemológica que rige toda la producción del conocimiento antropológico. Poniendo en el centro los debates acerca de los usos del tiempo, Fabian propone analizar las formas en que son construidas y conceptualizadas las relaciones entre “nosotros” y el “otro”.

 

Es precisamente este tipo de conceptualizaciones que construyen relaciones las que han de ser modificadas no solo desde la antropología en particular, sino desde la academia en general, en dirección a configurar relaciones más horizontales que partan del reconocimiento de las diferencias, pero sin que estas últimas se conviertan en factores de subordinación de unos e imposición de otros en términos de la aplicación de políticas públicas regionales, como suele ocurrir con los territorios denominados marginados.

 

Para la reflexión

 

A lo largo de su texto Johannes Fabian nos plantea una serie críticas a la forma en que desde la antropología clásica se concebía el tiempo como un instrumento de dominación a través del distanciamiento. En dirección de debatir esas posturas, Fabian argumenta que ni el espacio ni el tiempo son recursos naturales sino constructos políticos que le otorgó a occidente el derecho de ocupar “lo vacío” desde su óptica del conocimiento y por esta vía generar el desarrollo de la humanidad. Ese hecho que es político y no solo discursivo, permitió la constitución de concepciones dicotómicas como “pasado-presente”, “primitivo-moderno”, entre otras, con las cuales se pretende referenciar a culturas o sociedades diferentes en un mismo tiempo discursivo y de comprensión, desconociendo que son sociedades opuestas con usos y apropiaciones del tiempo completamente diferentes al occidental.

 

En el caso de la Amazonia, encasillada como una región temporalmente lejana y conformada por sociedades “nativas primitivas”, este discurso ha sido efectivo para que, desde el centro político y económico de la nación, se haya dispuesto sobre este territorio un tipo específico de “desarrollo” con el que supuestamente se les extraerá de su atraso y los traerá a la modernidad económica y social, desconociendo los propios procesos y desarrollos que en esa dirección a gestado la misma región a pesar del estado. Esas concepciones y lógicas de territorios atrasados con las que se aborda la Amazonia son las que urge cambiar en dirección a una transformación que responda con las necesidades territoriales.

 

Bunzl, Matti (2002 [1983]) “Prólogo”. En: Fabian, Johannes. Time and the Other. How Anthropology makes its object. Columbia University Press. New York. (pp.ix-xxxiv)

 

Vargas Cetina, Gabriela (2007) “Tiempo y poder: la antropología del tiempo”. En: Nueva Antropología, vol.XX, núm. 67, mayo. (pp.41-64). Asociación Nueva Antropología A.C., México.

 

*Politóloga y abogada de la Universidad Nacional de Colombia, Maestra en Antropología de la Universidad de los Andes. Hizo parte del grupo de Seguridad y Defensa de la Facultad de Derecho, Ciencia Política y Sociales de la Universidad Nacional donde adelantó dos investigaciones sobre la configuración sociopolítica y desenvolvimiento territorial de la guerrilla de las FARC-EP. Posteriormente trabajó en el equipo Violencia Política y Formación del Estado del CINEP, donde acompañó el proceso de investigación del desarrollo del conflicto armado en la región del Caguán en el Caquetá y en el municipio de La Macarena en el Meta. Recientemente se ha encargado del estudio de la conformación y desarrollo de la institucionalidad local en regiones de conflicto armado. dianamorenoguerra@gmail.com.

 

 

[1] Bunzl, Prólogo. Time and the Other.

[2] Vargas, Tiempo y poder, 42

[3] Ibid, 42.

[4] Fabian, Time and the Other, 17-18

[5] Bunzl, Prólogo, X. Time and the Other

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