La educación, el reto de Colombia para alcanzar la paz

Queda prohibido no sonreír ante los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños”. Pablo Neruda

 

“Debemos buscar la paz, por encima de todo, porque es una condición indispensable para que todos los miembros de la familia humana puedan vivir una vida digna y segura. Kofi Annan

 

 

 

 

Franklin Yeferson Soto Ortiz*

 

 

Colombia, la punta más al norte de América del sur, bañada con las saladas aguas de dos imponentes océanos. Por un lado, el Pacífico el más grande del mundo y cuna de majestuosos volcanes y paradisiacas islas y por el otro, el océano Atlántico, ruta de innumerables intercambios comerciales y culturales; como también, escenario de guerras y vía de grandes conquistas e invasiones. También, el país con la mayor cantidad de páramos a nivel mundial, de frondosas selvas y elevadas cimas (como la Sierra nevada de Santa Marta), con llanuras y riquísimos valles fértiles, con una enorme variedad de aves, reptiles y mamíferos, cuna pero además asilo momentáneo de grandes culturas indígenas que aportaron gran valor arqueológico y antropológico a este entramado de colores, olores, sabores y dialectos que llamamos Colombia. En otras palabras, paraíso terrenal, rincón natural del planeta.

Sin duda alguna, unos de los países más ricos del mundo. Sin embargo, es también el país que encabeza variados rankings de pobreza, desigualdad, corrupción, deforestación, violencia y tristemente el país con el mayor número de desplazados por la violencia.

En la actualidad los más de 47 millones de colombianos y colombianas afrontamos un enorme e histórico reto, fortalecer y apropiarnos de la PAZ. No solamente de la paz establecida en los acuerdos entre el Gobierno nacional y las antiguas FARC-EP, sino de la lucha por lograr que todos los sectores de la sociedad puedan tener participación política en la toma de decisiones de uno de los elementos que considero inicialmente fundamentales para alcanzar un país soberano y más democrático, la educación pública, gratuita y de alta calidad. Sector altamente afectado por el neoliberalismo y la incursión a un mundo globalizado. Sin resolver el modelo educativo, estas fisuras sociales y económicas, que marginan, empobrecen y excluyen a grandes sectores de la sociedad, no podremos desarrollar la paz social que tanto requiere Colombia.

En agosto del año 2011 en medio de una andanada de políticas tributarias, agrarias y sobre todo educativas, implementadas por el entonces gobierno de Juan Manuel Santos, como resultado de los dictámenes recomendados para Colombia por parte de la OCDE; hubo gran convergencia estudiantil en torno a la defensa de la educación pública, dando origen a un enorme movimiento denominado MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil) “con la participación de 32 universidades públicas, más de la mitad de las 48 privadas, el SENA, así como instituciones tecnológicas y técnicas”. (DESLINDE, 2012) Estas estaban unidas en una coyuntura nacional: evitar la privatización de la educación superior.

 

La doctrina del Shock

 

La educación es el motor del pueblo, es el capital más importante de la sociedad, de ello depende el crecimiento y desarrollo de una nación; sin embargo, desde las políticas implementadas desde la década de los 90, el sistema educativo ha sufrido una enorme crisis, que va desde la des-financiación de las instituciones de educación superior, la precarización de las condiciones laborales de los docentes, hasta su posterior privatización. Es la fórmula colombiana de “Doctrina del Shock” (Klein, 2007) generalmente aplicada por los últimos gobiernos de los Estados Unidos a otros países del mundo, y cuando se da la oportunidad, a sus propios ciudadanos. Esta consiste en generar una especie de conmoción no solamente emocional, sino material, es decir generar un estado de crisis que muchas veces es planeado desde un escritorio, para luego definir planes de acción o salvavidas que benefician a las políticas de estado y al capital privado trasnacional.

En Colombia, desde la década de los 90 se vienen aplicando distintas terapias de Shock al sistema educativo por parte de los últimos gobiernos; recortes presupuestales desfinanciando la educación superior, se logra generar crisis en investigación, infraestructura, cobertura, contratación docente, calidad, proyección social etc., para luego proponer el salva vidas de la inversión de capital privado trasnacional y así poder privatizar el sistema educativo del país. Quienes podrían asistir a una universidad en Colombia serían los jóvenes con suficiente dinero para pagar matrículas exageradamente costosas, dejando así a un sin número de estudiantes por fuera del sistema educativo, que de hecho en la actualidad ya es una cifra elevada.

La periodista canadiense, Naomi Klein demostró cómo las políticas económicas dictaminadas por Milton Friedman y acogidas por el gobierno norteamericano aprovecharon el momento de Shock generado por el huracán Katrina en Nueva Orleans, para generar un cambio sustancial en el sistema educativo; al respecto afirma:

La idea radical de Friedman consistía en que, en lugar de gastar una parte de los miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción y la mejora del sistema de educación pública de Nueva Orleans, el gobierno entregase cheques escolares a las familias, para que estas pudieran dirigirse a las escuelas privadas, muchas de las cuales ya obtenían beneficios, y dichas instituciones recibieran subsidios estatales a cambio de aceptar a los niños en su alumnado (Klein, 2007, p. 25).

Ahora bien, este planteamiento se hacía con el firme propósito de convertirlo en una reforma permanente en el modelo educativo. Para tal fin:

la administración de George W. Bush apoyó sus planes con decenas de millones de dólares con el propósito de convertir las escuelas de nueva Orleans en escuelas chárter, es decir, escuelas originalmente creadas y construidas por el Estado que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas según sus propias reglas (Klein, 2007, p.25).

Muy similar a lo que se quiere implantar en Colombia en las últimas décadas y que hoy se hace más evidente con las políticas educativas del presidente Iván Duque. Como consecuencia el movimiento estudiantil se reactiva nuevamente en el firme propósito de la defensa de la educación superior, pública y de altísima calidad; que garantice el acceso a la población más desposeída de recursos, pues la falta de oportunidades es un móvil por el cual en Colombia se han desencadenado múltiples conflictos e injusticias sociales como la corrupción.

 

¿Qué hacer?

 

En consecuencia, una educación pública y accesible a todos los sectores de la sociedad planteada para el statu quo colombiano, no solo debe ser gratuita y de altísima calidad, sino también debe ser una educación basada en la formación de una ciudadanía consciente y crítica, con un fuerte compromiso de acción en el campo de la lucha por las libertades democráticas que se pierden en el sistema capitalista. Para este fin, es fundamental apropiarnos de la idea expresada por el científico social norteamericano Immanuel Wallerstein, quien plantea:

Todos estamos involucrados en una tarea triple: la tarea intelectual de analizar crítica y lúcidamente la realidad; la tarea moral de decidir los valores a los que en estos momentos debemos darles prioridad y la tarea política de decidir cómo podríamos contribuir inmediatamente a que el mundo emerja de la caótica crisis estructural actual de nuestro sistema-mundo capitalista, hacia un sistema-mundo diferente que sea sensiblemente mejor y no sensiblemente peor. (Wallerstein, 2006)

Es decir, que en el imaginario de cada colombiano y colombiana debe predominar el pensamiento crítico frente a lo concerniente con los asuntos públicos, pues la indiferencia propia de una sociedad ignorante es el caldo de cultivo apropiado para una cultura corrupta que se evidencia desde la cotidianidad de una familia de los sectores populares hasta los círculos más altos de la élite colombiana. La educación debe atacar de raíz esta problemática; de acuerdo con los planteamientos de la tesis desarrollada por el doctor Juan Gabriel Gómez Albarello, en Colombia debemos cambiar la cultura de la corrupción por la cultura de la paz, pues la corrupción socava el concepto de lo público en favor de los intereses privados.

Por otra parte, para permanecer en este mundo globalizado, según las normas establecidas; no solo debemos acatar la idea de globalizar netamente el consumo de artículos de moda, tecnología, alimentos, cierta clase de música y demás, sino también la idea del pensamiento uniforme frente a la cultura; herramientas como la TV, y las masivas redes sociales que en la actualidad desinforman a la sociedad son las herramientas predominantes del capital, haciendo que vivamos en un mundo cada vez más interconectado gracias a los enormes avances tecnológicos, pero a su vez, más indiferentes de la realidad que viven millones de personas en otras partes del mundo. En este sentido, es la educación crítica la más poderosa arma de contrapeso al sistema mundo, no solo para buscar la paz de nuestro país, sino también para conocer y solidarizarnos con los pueblos del mundo que padecen crisis económicas y humanas en la actualidad.

Así mismo, los contenidos educativos deben coadyuvar para tal fin, no solo desde la educación superior; también se debe hacer desde la primera infancia. Desde la perspectiva pedagógica de Enrique Javier Díez Gutiérrez:

Plantear un problema de matemáticas en forma abstracta, o vincularlo a los problemas que viven los chicos y las chicas de nuestras aulas son dos opciones en absoluto diferentes que conllevan un posicionamiento pedagógico claramente distinto. No podemos pretender ser “neutrales” y “asépticos” en un mundo que mira impasible el genocidio de miles de palestinos por la maquinaria bélica del gobierno israelita, en un mundo que dedica miles de millones a rescatar a banqueros malversadores mientras día a día deja morir en la miseria a miles de niños y niñas por falta de agua potable. (Díez, 2009)

Económicamente no hay cabida para los desposeídos, desprovistos de buenos y eficaces sistemas de salud y educación, sin posibilidades laborales en enormes ciudades con exponencial crecimiento demográfico; además sin efectivos planes de ordenamiento, las masas desocupadas son cada vez mayores. La concentración de tierras, la sustitución y aumento de las importaciones y la disminución cada vez más elevada de las exportaciones, sitúan a Colombia en una posición de dependencia económica frente a otros países. La entrada en vigencia de múltiples tratados de libre comercio que asestan duros golpes a la agricultura y a la industria nacional, son una razón más para explicar el porqué de la pobreza en el campo y en las ciudades. Todas las anteriores, situaciones que generan injusticia social y miseria en nuestro país, obstáculos ineludibles para la consecución de la paz.

Es nuestra tarea como ciudadanos y ciudadanas de este país adquirir un pensamiento crítico expresado en nuestra forma de actuar en la cotidianidad. Forjar una ciudadanía consciente con miras a resolver las problemáticas que afectan a miles cada día; debemos atrevernos a soñar con cambiar y mejorar la sociedad que nos deja una pútrida generación de politiqueros, corruptos, mafiosos, violentos, machistas, homofóbicos, maltratadores de animales y demás. Cambiar ese imaginario retorcido, del “cómo voy yo”, del “vivo vive del bobo”, del “la ley es pa los de ruana” etc., que son comúnmente aceptados hasta por los más infantes.

Por consiguiente, como lo diría Estanislao Zuleta, se requiere de una ciudadanía “desadaptada”, que no acate las normas de comportamiento que a diario se repiten por los medios de comunicación, pero además, de aquellas normas de comportamiento que nos enseñaron en la escuela, pues la educación no solo no avanza en cuanto a investigación, infraestructura, calidad etc., sino que repite y repite contenidos, sin motivo de movilizar a los niños y niñas, jóvenes y adultos hacia un pensamiento más crítico, mas filosófico, que nos haga atrever a cuestionarnos a nosotros mismos, pero también que nos sirva para cuestionar lo que nos rodea y sobre todo, que nos haga activos para realizar los cambios que necesitamos. Una sociedad educada y consciente, es una sociedad que avanza hacia la paz.

De ahí que el mismo Estanislao Zuleta afirmara; “La educación, tal como ella existe en la actualidad, reprime el pensamiento, trasmite datos, conocimientos, saberes y resultados de procesos que otros pensaron, pero no enseña ni permite pensar”. (Educación y Democracia. 1995); por ello, tanto él como muchos otros pensadores, filósofos y científicos colombianos han dejado en alto su voz cuando se realizan los debates sobre las necesidades educativas que tiene Colombia. Entre ellos, Rodolfo LLinás y Gabriel García Márquez que en su momento solicitaron un aumento considerable de la inversión en la educación con respecto al PIB colombiano; pues para la comunidad científica y académica la inversión que se viene haciendo al sistema educativo desde hace muchos años es paupérrima y solo sostiene un modelo social inamovible, donde los pobres son cada vez más pobres y en mayor cantidad en comparación con los ricos, que son menos pero cada día más ricos. Tal brecha sujeta al país en un profundo estado de injusticia social.

Por lo tanto, es de vital importancia para alcanzar la paz en Colombia, un sistema educativo que coadyuve a la solución de las necesidades sociales, que de la mano con un sistema agrario con soberanía alimentaria, una industria nacional fortalecida, sean la fórmula para desanclar de la pobreza a millones de colombianos y colombianas; un pueblo educado en las tres premisas de Immanuel Wallerstein, será un pueblo que aborrecerá la corrupción, la violencia y las distintas prácticas y costumbres que hemos adoptado en nuestro imaginario colectivo. Que adoptemos la cultura de la paz, tal como lo planteaba el doctor Albarello, donde podamos aceptar al gay, a la lesbiana, al reinsertado, al indígena, al afrodescendiente y a las distintas minorías, colectividades y personalidades que reclaman poder encajar en esta sociedad, que no ha sido educada para aceptar al que piensa distinto, al que actúa distinto y sobre todo, que no ha sido educada para vivir en paz; pues parece que a algunos que han gobernado, no ha de interesarles mucho.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  • Klein, N. (2007) LA DOCTRINA DEL SHOCK. Canadá, Toronto. Editorial Booket.
  • Wallerstein, I. (2006) La decadencia del poder estadounidense. Le monde diplomatique, edición Colombia.
  • Gómez, J.G. (Septiembre de 2018). Cultura de paz vs. Cultura de la corrupción en el posconflicto. Universidad de la Amazonía. 2º Diplomado en cultura de paz y posconflicto. Diplomado llevado a cabo en Florencia, Colombia.
  • Diez, E. J. (Junio de 2009) Globalización y educación critica. Colombia, Bogotá. Ediciones desde abajo.
  • Suárez, H. Valencia, A. (1995). EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA, UN CAMPO DE COMBATE. ESTANISLAO ZULETA. Colombia, Bogotá. Corporación Tercer Milenio.

 

 

*Lic. en Ciencias Sociales. Universidad de la Amazonía. Florencia- Caquetá. Docente en Institución Educativa Amigos Instituto Jean Piaget.

 

Share