Tejiendo en Quito: III Encuentro latinoamericano “BASURA CERO”

…Todo lo que les pasa a los animales muy pronto le sucederá también al hombre. Todas las cosas están ligadas… Todo lo que ocurre a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. De una cosa estamos bien seguros: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra… El hombre no ha tejido la red de la vida. Sólo es uno de esos hilos y está tentando a la desgracia si osa romper esa red.

Carta del jefe indio Seattle al presidente de los EE.UU., 1891

 

 

 

 

Franklin Soto

 

En la Universidad Andina Simón Bolívar, ubicada a 75 kilómetros (1 hora y 40 minutos de trayecto en transporte público) de la línea que separa al mundo en norte y sur , en la ciudad de Quito Ecuador, se dieron cita ambientalistas, recicladores y recicladoras, académicos, de distintas latitudes del mundo, entre los días 4 y 6 de septiembre, para analizar la situación actual de nuestra casa común, Pacha Mama o Madre tierra, discutir sobre el comportamiento del gasto desmesurado de recursos naturales y la generación de residuos en nuestros entornos, y proponer nuevos estilos de vida, alternativas al consumo y sobre todo estrategias para combatir los hábitos que están causando que el planeta sobrepase sus propios límites de auto-sostenibilidad.  

Organizaciones como Acción Ecológica, PlastiCo project, la Universidad Andina Simón Bolívar, la Universidad de Cuenca, la Ku Leuven, GAIA (Alianza Global para Alternativas a la Incineración), Wiego (Women in informal employment globalizing and organizing), Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando, y RENAREC, (Red nacional de recicladores del Ecuador) fueron las encargadas de la dirección y logística del evento. 

Se trazaron los siguientes ejes temáticos:

  • Ordenanzas, políticas y regulaciones Basura Cero: Modelo de gestión, tarifas, responsabilidad extendida al productor, relación con la industria.
  • Recicladores y Recicladoras: el movimiento reciclador, sus demandas, conquistas y retos.
  • Residuos orgánicos: ciudades y compostaje.
  • Plásticos, residuos especiales.
  • Reparación integral en comunidades afectadas por sistemas de disposición final.

 

Además, se contó con la presencia de hombres y mujeres que han dado su vida por las causas ambientales. Comenzando por Nohra Padilla, líder y portavoz de la asociación de recicladores de Colombia y América Latina, galardonada con el premio medioambiental GOLDMAN en 2013.  Magdalena Donoso (Chile) Coordinadora de GAIA América latina y el Caribe. Sonia Días (Brasil), socióloga. Eduardo Giesen (Chile) asesor en gestión ambiental de la municipalidad de Recoleta.  Laura Guanoluisa, recicladora ecuatoriana, presidenta de la RENAREC. Federico Parra (Colombia) coordinador regional de recicladores de Latinoamérica de WIEGO. Miguel Rivas (México) director de la campaña de océanos de Greenpeace (Paz Verde). Fernanda Solís (Ecuador) investigadora del área de la salud de la Universidad Andina Simón Bolívar. Andrea Lema (Ecuador) coordinadora de PlastiCo Project y Melanie Valencia (Ecuador) Investigadora del área de la salud de la Universidad Andina Simón Bolívar. 

El evento se dividió en tres partes. La primera sesión el día 04 de septiembre bajo el título, “Una red Basura Cero para el país de los derechos de la naturaleza”. La segunda el día 05 de septiembre denominada: “III Encuentro latinoamericano Basura Cero”, donde se realizó el lanzamiento del libro, “Reciclaje sin recicladoras es basura. El retorno de las brujas”. Y la tercera sesión el día 06 de septiembre, “De Recicladora a Recicladora: Encuentro de recicladoras latinoamericanas”.

La importancia de este encuentro y su realización en Ecuador, se debe al enorme reto que enfrenta este país en términos medioambientales, el sobre consumo de recursos, el no aprovechamiento de los residuos, la contaminación atmosférica y en fuentes hídricas, entre otras críticas situaciones, hacen repensar el papel de la ciudadanía en uno de los pocos países donde los derechos de la naturaleza están contemplados en su carta constitucional, como se puede evidenciar en los artículos 71 y 72 respectivamente. 

En contexto:

Según Díez (2009):

“En el siglo XX la población humana se multiplicó por cuatro, y la actividad económica por diecisiete. En la actualidad se produce, en menos de dos semanas lo que se generaba en todo un año un siglo atrás. La producción se duplica cada 25 años, con presiones extremas sobre los recursos y rupturas de precarios equilibrios. El número de megalópolis (entendiendo por tales las ciudades de más de 8 millones de habitantes) paso de solo dos a veinticinco. Solo en medio siglo, entre 1950 y 1997, el tráfico aéreo de pasajeros se multiplicó por 93; el parque de vehículos automóviles del mundo se multiplicó por nueve, el consumo de fertilizantes inorgánicos se cuadruplicó; las capturas pesqueras y la producción de carne se quintuplicaron; el consumo de agua y la extracción de madera se triplicaron…” (p.137).

Es así, como en pocas décadas la humanidad ha triplicado el nivel de consumo de recursos energéticos, como también el nivel de producción de residuos que se pueden observar en los botaderos a cielo abierto que aún existen en muchas de las grandes ciudades del planeta, la contaminación de fuentes hídricas y la falta de cultura ambiental en los ciudadanos, generan hoy por hoy niveles estratosféricos de contaminación. Todo por la premisa de la satisfacción de las “necesidades”.

La extracción apresurada de recursos en muchos países latinoamericanos, asiáticos y africanos bajo el sistema capitalista, hoy neoliberal, de dejar hacer, dejar pasar, está llevando a una situación crítica a los servicios eco sistémicos, no solo en estos países, sino en todo el mundo.  Una lata de jugo con trocitos de aloe vera, que se produce en Corea del Sur, viaja miles de kilómetros en grandes contenedores en el océano, llega hasta nuestros puertos, desde ahí recorre otros miles de kilómetros en vehículos de carga pesada hasta los centros de abastecimiento municipales, donde es embarcada en un tipo de transporte más pequeño,  que la lleva hasta un puerto a la orilla de un río, donde a su vez es cargada en botes de 15 0 20 metros de largos (y hasta más), para navegar por río hasta pueblos en lo profundo de la selva, por departamentos colombianos como el Caquetá o el Putumayo en el sur de Colombia, donde será descargada y puesta en algún estante. 

Este líquido se beberá en 10 o 15 minutos y en ese momento podríamos decir que  termina su vida útil; pero es justo ahí donde comienza su vida inútil, pues al ser ingerida, su botella o lata será arrojada al río Caquetá o cualquier otro rio amazónico, donde navegará por meses al ritmo del agua para caer a las aguas del imponente río Amazonas, hasta llegar a la desembocadura del océano Atlántico. Donde tomará un viaje de miles de kilómetros, para llegar a distintas playas del mundo, incluidas las de Corea del Sur, terminando así, convertida en “basura”. 

Los recursos con los que generalmente se fabrican estos productos, como el petróleo, caucho, aluminio, etc., son explotados – por grandes empresas multinacionales pertenecientes a países del primer orden – en naciones como Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, etc. Donde no solamente realizan sus operaciones extractivas, sino también, realizan un “efectivo” trabajo de pauperización de las condiciones de vida de los habitantes de estas regiones, contaminación de fuentes hídricas, deforestación y hasta la financiación de grupos ilegales, que serán su apoyo para “persuadir” a los que se oponen a estas prácticas. 

Por otra parte, la legislación medioambiental en estos países es permisiva y hasta inexistente, permitiendo así, que estos gobiernos puedan otorgar licencias ambientales incluso en zonas protegidas como páramos, donde nace el agua dulce que consumen amplias regiones, como es el caso del departamento de Santander en Colombia. Cabe recordar, que este es el país con más ecosistemas de páramos en el planeta, posee más del 50% a nivel mundial, razón por la cual, la legislación, presencia y presión social deben ser muy fuertes para su protección. 

En este orden de ideas, si el sistema económico no tiene como prioridad la protección de los recursos naturales esenciales para toda la vida en el planeta, sería muy ingenuo pensar, que se preocuparán por los residuos que generan y que hoy son causantes de la contaminación de distintos ecosistemas, como también de la creación de enormes islas artificiales de “BASURA”, que flotan en el océano perjudicando el hábitat de incontables especies marinas. 

Estas enormes manchas de basura que existen en el planeta, son el reflejo de la forma de vida de miles de millones de seres humanos, retomando a Simon (2019);

“cuando dentro de 2.000 años nuestros y nuestras descendientes miren atrás verán que durante 200 años de locura, varias generaciones se pulieron casi toda la energía fósil del planeta y derrocharon una buena parte de los recursos que luego les serán tan escasos” (p.21)

El consumo exacerbado y la sobre explotación de recursos naturales nos está sumergiendo en un mundo que no conocemos, una realidad que el ser humano nunca ha vivido.

Las estrategias del mercado cada vez son más innovadoras para generar un nivel de consumismo día a día mayor, por cierto, irresponsable; porque exime al productor y al consumidor de toda responsabilidad sobre las consecuencias que se generan por la contaminación de las ingentes cantidades de residuos que se producen en este proceso.

Las estrategias que se han convertido en paradigmas de producción y hasta en modelos de vida, son las de las obsolescencias, la programada, la tecnológica y la percibida. De acuerdo con el planteamiento de Simon (2019). La obsolescencia Programada, corresponde “al diseño de productos para que se rompan o se estropeen en poco tiempo para que tengamos que comprar uno nuevo”. p.25. La obsolescencia tecnológica: “Aunque no estén diseñados según el principio de obsolescencia programada, hay productos que se quedan tecnológicamente obsoletos con el tiempo”. p.27. Por último, la obsolescencia percibida; “por si fuera poco con el diseño de los productos para que no duren, se estropeen y no se puedan reparar, nos enfrentamos al hecho de que la publicidad promueve la necesidad de cambiarlo, o simplemente de comprar uno nuevo, aunque el producto funcione más o menos bien”. p.28. 

 

 

Foto: Alía Yépez Investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar.

Las antes mencionadas obsolescencias, consisten en “inculcar en el comprador/a el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”. BASURA CERO, Jean Marc Simon. Estrategias que nos han llevado al estilo de vida más salvaje y despilfarrador en toda la historia de la humanidad, usar y tirar se ha convertido en la máxima humana, algo tan natural como respirar o caminar. El solo hecho de desechar, por un pequeño daño en nuestros electrodomésticos que puede ser reparado en un taller local, estimula a las grandes productoras a que cada vez produzcan más y a menor costo, además de mala calidad, creando la falsa ilusión que hace creer que podemos comprar cada vez que así se requiera. Este modelo de vida tiene un enorme trasfondo socio económico, pues esta obsolescencia programada va dirigida sobre todo, a las clases más desfavorecidas, pues si en el mismo mercado se encuentran dos televisores, uno muy barato y otro con un precio más elevado, posiblemente el  consumidor (de menos poder adquisitivo) comprará el más barato, aun sabiendo que ese artículo tendrá una vida útil más corta que la del otro televisor, y en diez o quince años habrá tenido que comprar hasta cinco televisores, mientras que la persona que tiene mayor poder adquisitivo, habrá comprado uno o dos televisores un poco más costosos, pero de mejor calidad, gastando en promedio global, mucho menos que la persona de menos recursos que compró el producto más barato. Con eso asegurarán buenas rentas, pues tendrán ventas constantes y sonantes de su producción. Lo mismo con la ropa, los muebles para el hogar, los juguetes, celulares, computadores, etc. Por lo tanto, en este círculo, siempre saldrán perdiendo los más pobres. 

En algo tan tradicional como una pequeña celebración de cumpleaños, se puede observar el nivel de consumo y de desperdicio de cantidades de plástico en todos los elementos de la fiesta, los platos, las cucharas, cuchillos, tenedores, manteles, vasos, carteles, globos, letreros con el número de años que se cumple y coronas o conos de plástico (que nos ponemos en la cabeza una sola vez y que casi no soportamos por lo incomodas que son) que al final, serán tiradas en una bolsa negra de plástico, que irá a parar a las calles a esperar a que el “carro de la basura” se la lleve hasta el “botadero” de la ciudad. 

Para extraer todas las materias primas necesarias en la producción de este tipo de cosas que buscan “satisfacer” nuestras necesidades; según Simon (2019) en su libro Basura Cero, “Cada vez hay que ir más lejos, a mayor profundidad, y usar más energía para conseguir materiales cada vez más caros y más raros”. Es por esto, que todos tenemos la tarea inaplazable de transformar el orden de las cosas comenzando por nuestras localidades, tomando acciones organizadas en cuadras, barrios o sectores teniendo como protagonistas vecinos/as preocupados/as y comprometidos/as, como también, la participación activa en la lucha política para tomar decisiones determinantes que vayan en beneficio común (sociedad – naturaleza). Cambiar los paradigmas y modelos de consumo y de vida, sensibilizarnos con todas las expresiones de vida sobre nuestro planeta y sobre todo, considerar a la tierra como un ser vivo que siente y se resiente por todo lo malo que le pueda suceder, es una praxis que todos y todas debemos asumir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Foto:Alía Yépez Investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar .

 

Basura cero, debe ser adoptado como un modelo de vida y gestión, no solo individual sino social, por lo tanto, es importante que la institucionalidad se involucre de forma activa en la proyección y ejecución de modelos que coadyuven en la consecución de esta propuesta. Para ello, se debe tener como eje la sustentabilidad del modelo a adoptarse, es decir que los sistemas de separación y recolección de residuos no creen un círculo eterno, donde cada vez haya más que reciclar, sino por el contrario, que esté encaminado a que paulatinamente vayan habiendo menos residuos que separar y recolectar; además debe tener un enfoque paradigmático de justicia social y buen vivir, donde a las personas que se encuentren involucradas en estos proyectos, se les reconozcan los mismos derechos laborales, económicos, educativos, de vivienda etc., que poseen servidores de otros sectores de la economía. Pues, como lo mencionaba Federico Parra de la fundación WIEGO Colombia (Mujeres en Empleo Informal Globalizándose y Organizándose), con respecto a los/as recolectores/as “el primer paso es reconocer quien ha venido haciendo la tarea contra viento y marea”, a partir de esta premisa, reconocer también que son seres humanos que merecen una vida digna. Con todo lo anterior lo que se busca crear es conciencia ecológica y planetaria, sin esto último, no podremos desarrollar procesos exitosamente. 

En conclusión, las soluciones para estos problemas de urgente solución pasan por todos los responsables de la contaminación, ciudadanos/as consumidores, corporaciones y grandes industrias, los gobiernos y sus legislaciones. La responsabilidad debe ser extendida a todos estos actores de la sociedad global, para que así mismo las soluciones sean globales. Movilizarnos, visibilizar y judicializar, tareas inmediatas para lograr los cambios que necesita nuestro planeta, además de la articulación de redes nacionales Basura Cero en América Latina. 

 

 

*Lic. en Ciencias Sociales. Universidad de la Amazonía. Florencia- Caquetá. Docente en Institución Educativa Amigos Instituto Jean Piaget.

 

 

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